Érase una vez en un barrio moderno, una familia burguesa recibió la visita de un joven de aire mesiánico previamente anunciado por un excéntrico y algo amanerado ángel. Fue así cómo durante el transcurso de su estadía el forastero logró remover/componer las vidas superfluas e insignificantes de todos los miembros de ese clan burgués que hasta antes de su llegada parecían estar destinados al conformismo normalizado por las convenciones de la realidad moderna. Eso es lo que se representa en Teorema (1968), de Pier Paolo Pasolini, película que desacralizaba los códigos de la burguesía y el cristianismo dentro de un mismo discurso. Era una crítica contra las normativas que reprimían el estado primitivo de la naturaleza humana. Una reacción contra una condición que anulaba la libertad social, sexual, laboral o económica expresándose desde lo sugerente o lo alegórico, por ejemplo, mediante planos a la entrepierna del mesías protagonizado por Terence Stamp o los estigmas de una proletaria doméstica. Todo este argumento parece actualizarse en The Visitor (2024), película dirigida por el también irreverente Bruce LaBruce. El canadiense se establece en las cercanías del río Támesis. Sus orillas serán receptoras de maletas de viaje que engendran a hombres de color que presumen un físico fetiche en la filmografía del director de cine queer. Uno de esos individuos asumirá el rol de Stamp. O sea, irá a derivar al hogar de una familia inglesa pudiente y extravagante con el fin de crear una revolución sexual y existencial.
sábado, 17 de febrero de 2024
74 Berlinale: The Visitor (Panorama)
Ahora,
la variante de este relato es que no estamos tratando con un mesías. Aquí los
que llegan parecen haberse multiplicado como panes. Mientras tanto, no un
ángel, sino será un pregonero radial sacado de una escuela apocalíptica quien
lanzará el anuncio de ese éxodo que ha tomado como puerto a la tradicional
Inglaterra. LaBruce piensa en los exiliados que dieron a parar en la Europa
añeja, solo que en lugar de ser acogidos por caridad o, en el peor de los
casos, regresados a su país, serán adoptados por una conveniencia puramente
carnal, al menos, eso es lo que sucede con la familia protagonista. Eso
desatará un buffet de la libertad sexual; nada extraño tomando en cuenta que
estamos tratando con una película de LaBruce. Su cine transgrede las bases de
las convenciones sociales desde su revolución sexual. Es así como vemos a un
indocumentado sacando lo más primitivo de sí para alterar la vida de una
comunidad impostada. El mensaje coincide con el propuesto décadas atrás por
Pasolini, solo que aquí todo es más gráfico, nada subjetivo. Pero, obviamente,
esa “bendición” no implica la felicidad. Tal como lo dictaron tantos sabios de
la historia humana, el saber es una maldición. Los personajes que serán liberados
de las cadenas opresoras estarán varados en un mundo que ya no comprenden.
Dejarán de ser conformistas en un mundo conformista. Es decir, se convertirán
en visitantes de su propia realidad.
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