Mate-me por favor (2015) es de esas buenas
películas que han pasado desapercibidas injustamente. La recuerdo haberla visto
en su pase por el Festival de Venecia junto a The Fits (2015), de Anna
Rose Holmer, otra víctima de la poca difusión. Aunque el filme estadounidense
tuvo una mejor recepción, incluso ganó puestos en algún par de listas de lo
mejor del año, definitivamente no fue lo suficientemente valorada por la crítica
de cine, sea por desinterés o, tal vez, ante la incomprensión de una propuesta
particular, detalle que comparte con el filme brasileño. Ambas son historias de
mundos femeninos en donde los personajes transitan de la niñez a la
adolescencia en medio de un contexto que agrede directa o indirectamente a sus
cuerpos y conciencias. Pueda que por el tema hoy en día serían revaloradas, sin
embargo, no podría decirse lo mismo por el carácter extraño predominante en sus
relatos, casi tocando el terreno de lo fantástico. Sendas son ejemplos de
películas muy enigmáticas al ser metáforas de una realidad social, a veces
distante e incomprensible para el espectador. Por entonces, la ópera prima de
Anita Rocha da Silveira hacía un filme comprometido con el escenario del
feminicidio en clave de terror, específicamente, una slasher, pero una
peculiar a propósito del enemigo, mezcla de asesino serial, virus y paranoia
colectiva. Todo un enigma.

Rocha da Silveira, en consecuencia,
promueve un filme comprometido con una demanda social y política. La historia
de Mariana (Mari Oliveira) es la historia de tantos feligreses adoptando con
sumisión y fanatismo desenfrenado las leyes que dictan las iglesias cristianas
o derivadas. La idea de sociedad para esta joven brasileña es la de una
comunidad abstemia del pecado; es decir, una idea utópica. Es así como surge un
estado de violencia como mecanismo para ablandar los pensamientos de los
opositores y hacer más cercana esa utopía. Medusa describe un territorio
que coacciona a los que no están a la línea de esos preceptos religiosos.
Estamos ante un estado dictatorial, en donde los mismos ciudadanos se
comprometen, libre albedrío, a poner orden social, cual Batman. Mariana, junto
a su grupo de canto, serán vigilantes de la noche, las cazadoras de mujeres
impuras, malos ejemplos sociales. Es importante percibir que gran parte de la
película de Rocha da Silveira se desarrolla a plena noche. Por tanto,
inconscientemente, todos los actos de sus protagonistas, los representantes de
ese poder religioso, estarán asociados a un acto de perversión. Sucede que, a
diferencia de Bruce Wayne, estos individuos han usado la noche no solo como
ambiente para cazar a sus víctimas, sino también como mascarada para desfogar
sus represiones.

 
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