viernes, 8 de agosto de 2025

29 Festival de Lima: Vino la noche (Latinoamericana Documental)

Un gran valor del documental de Paolo Tizón es que no cae en los clichés del mundo militar que bien corrigen o pervierten los valores humanos. Vino la noche (2024) es una película motivada a recoger instantes durante la temporada de entrenamiento militar de un grupo de jóvenes que será próximamente enviado al VRAEM, zona roja de la selva peruana al ser escenario en donde opera el narcotráfico y restos de agrupaciones terroristas. A diferencia de películas como Full Metal Jacket (1987) o Francotirador (2014), en donde se define una clara postura política respecto al mundo militar, aquí el interés parte únicamente en introducir al espectador a un entorno hermético, apenas conocido por sus instructores y aprendices. En ese sentido, siéntase privilegiado de observar cómo funciona uno de los adiestramientos bélicos más radicales del organismo en cuestión. Ahora, es también una aproximación que cuida mucho en no persuadir o formar criterios. Pienso en los constantes primeros planos que realiza la dirección. Varios de estos no encuadran los rostros, los que más bien están fuera de campo o se ven opacados por el espesor de la noche. Y si los rostros se ven, estos pasarán a un segundo plano entre el ajetreo del duro entrenamiento. En ese sentido, anula cualquier posibilidad de dramatización.

La mirada y las facciones del rostro dicen mucho y a su vez muchas cosas se pueden interpretar de estas. Vino la noche relega esa posibilidad de evaluar lo que podrían sentir los soldados ante la presión de la simulación. El compromiso de Tizón es hacia la experiencia de los actos. En complemento, es curioso que en el trayecto de este entrenamiento no haya intertítulos o arengas que definan algún mandamiento nacional o hacia el uniforme. Acá el adiestramiento que se muestra es puramente físico y no se delatan métodos o formaciones ideológicas, lo que, si bien es cierto, están más que evidentes. Al hablar de un grupo que se ha comprometido a ser los vigilantes de una zona plagada de insurgentes, se sobreentiende de qué lado están. Pero el asunto es que este no es un documental que amasa al patriotismo, sino que queda embelesado ante una rutina de lo extremo. Ahora, esto no significa que estamos ante un grupo de élite o sobrehumano como el que gusta presumir las ficciones o noticiarios estadounidenses cuando se refiere a su armada. A propósito, está la secuencia inicial y otras intermitentes de jóvenes dialogando o exponiendo sus intimidades. Es una mirada al momento común de los soldados en estado de reposo. No se confunda con la humanización, otro cliché recurrente de las ficciones que refieren a estas situaciones. La idea aquí es contrastar y confirmar que no estamos ante máquinas de guerra. Vino la noche es un documental que se niega a vender fantasías bélicas.

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