domingo, 8 de agosto de 2010

14 Festival de Lima: Sección Competencia Ficción: Carancho


Carancho salda el malestar que había causado Leonera, película que parecía haber inaugurado un nuevo perfil de Pablo Trapero, visto este dentro de un cine comercial, muy lejano a sus grandes éxitos de autor como Mundo grúa o Familia rodante. Carancho muy a pesar ha pasado por una cuantiosa difusión “comercial”, tanto en publicidad televisiva como en el ciberespacio, además de contar con el rostro de uno de los actores más mediáticos del cine argentino, Ricardo Darín, provocando la tentación de catalogarla prematuramente como una muestra más para el cine comercial.
Pablo Trapero en Carancho, presenta un filme de cine negro-policial. Son sus personajes seres atormentados al haber asumido un oficio que los obliga a pagar un “derecho de piso”. Sosa es un abogado especialista en accidentes automovilísticos, pero inmiscuido en una oscura sociedad. El trabaja para una casa de abogados que planifica los accidentes de tránsito con la intención de estafar a las aseguradoras. Luján es una médica que recién ha llegado a Buenos Aires, cargando consigo también un oscuro secreto. Ella es adicta a los sedantes. Ambos sujetos pagan su “derecho de piso”, uno por el precio de conseguir la renovación de su licencia, la otra para alcanzar una mejor situación a la que lleva dentro del hospital capitalino, fatigante y explotador.
Carancho es un filme realista, más no aleccionador. Trapero no vende un cine que juzga o reivindica a sus personajes, ajeno entonces a un perfil netamente comercial. La moralidad y las enseñanzas no es un lenguaje que se menciona en su última película. Ambos personajes, dentro de sus vicios y defectos, se comprenden y se aceptan tal como son. El romance es el tema central dentro de Carancho, y es mediante este que los “atormentados” consiguen un consuelo. Como sucede en el clásico cine negro, dos sujetos, víctimas de sus fantasmas, se unen por medio de sus situaciones (Sosa como el “carancho” que es, y Luján cubriendo en la ambulancia en su horario de turno), por pura casualidad. Su unión es una especie de redención, una aceptación frente a una sociedad oscura que los sofoca, los castiga y los termina estigmatizando. Sosa y Luján son dos condenados sin rumbo. Trapero en ciertos momentos logra brotar ciertas auras esperanzadoras, pero estas se desvanecen cruel y repentinamente.
Desde el inicio de la película los personajes principales muestran sus flaquezas, sus cicatrices, sus “marcas”; estas dicen mucho de ellos. Sosa en el transcurso de toda la película, es golpeado en diversas ocasiones. Su rostro parece nunca sanar, siempre marcado por algún corte. Luján oculta su “talón de Aquiles”, amoratado, siempre alimentándola de más dolor. Esta tampoco nunca sana. Ambos tienen heridas que mostrar, pero solo las de Sosa son perceptibles. Su caso ha sido una elección, el de Luján es distinto. Ella al ser “huésped” en una ciudad corrosiva, tiene las de perder. La fragilidad de la doctora se manifiesta a través de su adicción, como un único escape de su realidad. Sus temores son reprimidos, no manifestados, es por eso que esconde sus heridas. Estas se manifestarán luego que el romance con Sosa parecía un lecho de rosas (una de las esperanzas desvanecidas que Trapero manifiesta). Ambos, una vez más, son perturbados. Luján esta vez tiene las mismas marcas que las de Sosa. Ahora ella carga también con los pecados de su ser amado. El romance se muestra entonces como un sacrificio hacia el ser que amas. Sus personajes deseaban redimirse ante la misma sociedad, pero esta es ofensiva y manipuladora, apuntalando en lo más profundo de su yagas. La solución al problema es más dramático aún.
El final de Carancho es desconcertante. Hay una muestra de ironía tal como pasa en No es país para los viejos, de los hermanos Coen. Un castigo divino que cae sobre los personajes, posiblemente un modo de prueba: no se puede escapar del castigo social. Es tal vez un exceso que comete Trapero al intentar culminar su película con un final teatral. En general Carancho es una buena película. Buenas actuaciones de Ricardo Darín y Martina Gusmán. El ritmo del filme es ágil, en ningún momento se toma un descanso. La historia va asomando nuevos trazos dramáticos a medida que sus personajes se van amando. Es la combinación de un cine personal, con mucho de comercial, esto no desdeñable.

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