Los hermanos Coen son
referentes del cine actual. Son uno de los pocos directores que desde su ópera
prima han mantenido un estilo fílmico firme, como por ejemplo lo ha venido
construyendo Wes Anderson, solo que a diferencia de este último el dúo ha mudado
sus referenciales a distintos géneros. En su cine no existen redundancias, sino
constantes. Citados específicos que se filtran en situaciones que fingen ser ajenas
e independientes al resto de su filmografía. Los Coen desde Sangre fácil (1984) habrán madurado pero no han derivado su
línea idiomática. Como sucede en el cine de Michael Haneke o David Cronenberg, las
filias de estos directores son omnipresentes e incurables. En una película
realista como Fargo (1996) su
argumento no se libra de eventos absurdos; los hay también surrealistas. En sus
filmes siempre estará el guardián “mudo”, extraño y de figura intimidante; personajes
que aparecen y desaparecen de la nada; pistas o marcas que juegan a ser una
especie de epifanías; un humor sarcástico y a veces excéntrico. Hay un universo
inconfundible y muy notorio en los Coen.
Inside Llewyn Davis (2013) tiene de esto, además de un pesado ambiente lleno de
melancolía, algo que los directores ya habían provocado en pequeñas dosis en
los cierres de Sin lugar para los débiles
(2007) y Temple de acero (2010). Son
los años 60. Llewyn (Oscar Isaac), un cantante de música folk, intenta abrirse
paso como solista en un negocio musical que, dentro de su género, acoge
exclusivamente a duetos y tríos. Los Coen replantean un conflicto ya difundido
en su filmografía en base a personajes que persiguen algo, y cómo esto los
conduce a la vía del éxito o el fracaso. Sea en el rapto a un bebé (Raising Arizona, 1987), la búsqueda del
sueño americano (The Hudsucker Proxy,
1994), el chantaje (El hombre que nunca
estuvo allí, 2001) o el atraco perfecto (El quinteto de la muerte, 2004), los directores brindan a sus
personajes una meta específica. Es el caso de Llewyn el ser reconocido como
solista de música folk, algo que desde un principio se contempla con desesperanza.
Si bien Llewyn posee el talento como músico, es también dueño de un karma que
atrae la negatividad.
Desde un gato
extraviado hasta un estilo de vida errante, su tensa relación con su hermana y
una amante furtiva, son una serie de pistas que Llewyn va dejando y lo destinan
a una imagen en ruina. Las canciones que él mismo interpreta son un himno al
pesimismo: personas que no pueden volar, marineros mercantes jubilados, diarios
de suicidas. Por donde vaya o camine, Llewyn será el protagonista de sus
propias historias musicales. Son parte de su pasado, su presente o lo que tal
vez le espere en un futuro. Son además una mirada a sus deseos o fantasías
frustradas. Inside Llewyn Davis juega
a comportarse como una road movie.
Llewyn es un viajero que va de sofá en sofá o de auto en auto, y que a cada
paso se (des)encuentra con un conocido o desconocido que se hace cargo de
estrujarle sus defectos o las dificultades que le impedirán lograr su éxito
como solista. Lo que bien podría ser contemplado como un drama o una aventura
en pie a alcanzar un sueño, los Coen se deciden por convertirla en una ironía.
La burla y la paradoja se filtran de forma sutil en esta trama que tiene además
un referente cercano a una de sus anteriores películas.
La historia de Llewyn
tiene mucho del personaje de Barton Fink. Ambos artistas con talento pero que
dado el contexto, la temporalidad o las circunstancias, son empujados a la decepción.
Los Coen si bien provocan una alegoría al fracaso, hacen también una especie de
homenaje a los no reconocidos. Se me viene a la mente el documental Buscando a Sugarman (2012). Tanto
Rodríguez como Llewyn, dos artistas no descubiertos por un ámbito que todavía
no estaba preparado para el “síndrome de Bob Dylan”. Barton Fink (1991) es una alegoría al guionista frustrado también
por las mecánicas del negocio. La diferencia es que Barton está destinado a la
mediocridad, muy a pesar, dentro de su pesimismo arraigado, parece asomarse en
el destino de Llewyn una especie de estímulo, aquello que lo invita a la no
rendición, esto a pesar que las cosas no parecen haberle sonreído ni tampoco complicado
desde el principio de su historia. Dicho esto, cabe la posibilidad que el inicio
de Inside Llewyn Davis no necesariamente
tenga que ser digerido como un flashback,
sino también como el punto de partida de una fábula cíclica. Llewyn tal vez
esté destinado a asumir sus metas como simples fantasías lejanas, como las
carreras espaciales o qué país es la potencia mundial, además de otros inventos
de EEUU que, por cierto, se exponen en la canción “Please, Mr. Kennedy”. Me
parece es la primera vez que los Coen hacen una alusión política sobre su país
en referencia a sus mecánicas del fracaso.
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