Una de las bondades de
Like crazy (2011), drama romántico
realizado por Drake Doremus, era que a pesar de plantear un fuerte romance
entre dos adolescentes (luego, transitando a la madurez) separados contra su
voluntad, no recrea ni provoca una suerte de dramatismo saturado. Doremus calcula
y ajusta las emociones. Los amantes sufren, aunque “pisan tierra”. Dentro de la
trama no hay espacio para locuras o sacrificios desmedidos, esos que transitan
a la relación perfecta o al mismo happy
ending. Esto mismo resuena en Breathe
in (2013), último filme de Doremus, que nuevamente pone como protagonista a
la joven Felicity Jones en su papel como Shopie, una estudiante de intercambio
de origen inglés que será cobijada por una familia estadounidense habitante de
los suburbios. Ahí conocerá a Keith (Guy Pearce), padre de familia, esposo
incomprendido por su cónyuge y músico frustrado, con quien comenzará a forjar
una relación a partir del mutismo, la soledad y esa misma frustración por ese
arte que induce en ellos a una libertad restringida. Shopie obligada a dominar
el piano a fin de reparar su orfandad biológica, Keith enseñando para una
escuela a fin de mantener a su familia. Este será el precedente para el romance,
uno que se creará con sutileza, casi por sí solo. Breathe in más que una historia sobre una infidelidad, es una drama
sobre el fracaso (el real o el posible a llegar). La virtud en Drake Doremus está en la
franqueza de los hechos. Hay un realismo antepuesto al “cuento de hadas”.
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