Denis Villeneuve gusta
de las tramas de dramática realista, aquellas que manifiestan el lado oscuro de
lo humano, y, en respuesta, una cara benevolente que reacciona con
misericordia. Es pues en Polytechnique
(2009) el adolescente frustrado ante una masacre que no pudo detener, en Incendios (2010) el drama de una hija
sufriendo el tortuoso pasado de su difunta madre, mientras que en Prisioneros (2013) un detective
comprometido a encontrar a dos niñas secuestradas. Todos estos casos envueltos
en una serie de hechos sombríos. Pero lo cierto es que Villeneuve es deficiente
al momento de impulsar dichas historias. De pronto el peso dramático descansa solo
por el punto de partida de la trama como por la ambientación caótica que
promueve (el estado anímico es de lejos lo mejor del canadiense), más no por la
sucesión de los hechos. Villeneuve se vuelve casi un coleccionista de titulares
amarillistas. Tiene la atractiva historia, pero no la habilidad para replantearla
por sí solo. Hay una dependencia del drama; asistir al enfoque real trágico.
Caso Prisioneros, compone de manera
efectiva el género thriller, más su habilidad detectivesca se degrada al obedecer
más a los fallos dramáticos, a la vez que se explaya en la resolución de un
crimen predecible.
Enemy (2013), por su lado, se aparta de este énfasis de temática tabloide. El
directo retorna a una fascinación de su filmografía temprana: el cine de lo
absurdo. Se manifiesta en Maelstrom (2000)
donde un pescado agonizante narra la historia de dos amantes, como también en
su cortometraje de corte satírico Next
floor (2008) en donde un grupo de snobs
deleitan un bizarro banquete. El hecho es que para ambos filmes, lo absurdo no
prevalece. Es decir, no es central en su película, sino apenas un recurso para
dirigir la trama que va sucediendo. Lo mismo ocurre en Enemy. El (des)encuentro de dos personajes físicamente iguales es
tema central del filme. Son sus reacciones abismalmente opuestas las que
generará el drama, siendo lo absurdo apenas un síntoma de las consecuencias. Vamos
por el principio. Adam, un profesor de Historia, y Anthony, un actor de baja
monta, serán en apariencia “el hombre duplicado”; muy a pesar, ambos denotan
naturalezas contrarias. Se manifiesta así el juego de la dualidad, obsesión de
muchos autores, tanto literarios como fílmicos; y Villeneuve parece no ser
ajeno a dicha obsesión, no por este filme, sino porque ya en sus anteriores
películas ha mostrado la doble cara de la humanidad.
Adam y Anthony son el
gemelo bueno y el gemelo malo, respectivamente. Como si se tratase de una
novela policial-gótica, la ambientación en Enemy
es turbia, de fotografía tenue y una musicalidad sombría que hace que frustre
más el espíritu del gemelo bondadoso y malintencione aún más al gemelo
perverso. Villeneuve volcará esto a fin de promover la paranoia y el desorden
mental. Para Adam, el descubrimiento de su doble significará un quiebre
emocional. Es el estado de pánico y turbación sobre las consecuencias malignas
que podrían desatar dicha revelación. Para Anthony las cosas más bien se
contemplan desde un ánimo opuesto. El encuentro con su doble será su acceso
hacia la liberación de lo maligno. Una especie de licencia para delinquir a fin
de aprovechar la situación. Es una simulación al razonamiento de “Doctor Jekyll
y señor Hyde”. Un individuo, dos formas de comportamiento distinto; siendo el
lado malvado el que toma las riendas de la relación. Es el puente entre amo y
sirviente, ley obedece el filme. Anthony hostigando a su gemelo, luego
sometiéndolo a su malévolo plan. Mientras que Adam, indirectamente, encubriendo
a su gemelo malvado.
Un detalle complementario
es el oficio de Anthony. Actor, es decir, está en su naturaleza fingir ser
otro. Antes de su encuentro con Adam, la doble vida de Anthony siempre fue
latente. Una muestra de ello es por ejemplo su relación con una hermandad
oculta o su ensayo frente a un espejo, este elemento que infiere a la doble
personalidad. Por su lado, Adam, hombre de Historia y lógica filosófica,
siempre ha caminado por la vía de lo empírico. En su vida no ha habido
simulaciones ni apariencias. Ya con la llegada de Anthony, la lógica se ha
quebrado y su discurso racional se ha visto frustrado. Es cuando lo real
comienza a diluirse y lo absurdo se hace presente. La manifestación de
arácnidos gigantes como una especie de síntoma mental. La tarántula es a la simbología
fetichista del miedo, en principio revelándose a nivel onírico, para luego
filtrarse a lo real. Es entonces cuando la rutina de Adam ha sido replanteada a
costas de un suceso de poca lógica. Enemy
es por el momento lo más interesante que hasta ahora ha realizado Denis
Villeneuve.
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