miércoles, 13 de agosto de 2014

18 Festival de Lima: Jauja (Sección Oficial Ficción)

Lo mejor de las cuatro primeras películas de Lisandro Alonso es la apertura de Los muertos (2004). Una cámara deambulando entre las entrañas de un bosque descubre la escena de un doble crimen. No muy lejos de ahí, el verdugo de las víctimas va surcando las huellas en donde se llevó a cabo la terrible batalla. Lo resto de Alonso es calco de su ópera prima, La libertad (2001), película entendida como una suerte de manifiesto sobre cine minimalista. Es la rutina tal cual y la omisión de un argumento. Un cine objetivo y sin pretensión más que el de contemplar a un individuo entre la inmensidad, en este caso, el de un leñador en medio de las pampas argentinas. Caso Los muertos será un expresidiario cruzando la selva y retornando a casa; en Fantasma (2006) un actor merodeando en las inmediaciones de un teatro; mientras que en Liverpool (2008) nuevamente el retorno al hogar ubicada en una geografía invernal. En un plano más específico, Fantasma entendido cómo la ficción siempre rondado en cualquier realidad (esos muertos o rutinas deambulantes), mientras que en Liverpool se asoma el primer indicio de un argumento, obviamente limitado hasta trunco. Salvo por ese par de acotaciones, todo el cine de Alonso resulta lo mismo.
Jauja (2014) es lo más interesante que haya realizado el director argentino. Es pues la misma fórmula minimalista que apuesta por un argumento, pero además por otras mecánicas que apuntan a un cine más amplio y discursivo. Es también Viggo Mortensen en su protagónico y la fotografía pictórica de Timo Salminen –colaborador de Aki Kaurismaki–. El cine de Alonso parece adoptar una serie de tópicos fílmicos, más no dejando al abandono sus propios principios. Su trama abarca géneros como el western, el melodrama, el thriller y el surrealismo, más en su transcurso, el protagonista también será presa de tiempos muertos. Nuevamente el individuo inmerso en la inmensidad. La firma del autor sigue ahí. Vayamos al argumento. Jauja se inicia con una acotación histórica y mitológica. “Jauja”, durante los tiempos de la Conquista, entendido como un paraíso perdido que según voces es recinto de la felicidad y la abundancia. Partiendo de esta premisa, Alonso narra los sucesos que ocurren en el perímetro de un campamento militar asentado en las pampas argentinas. La hija de un militar danés ha escapado por amor (melodrama). Es así como el padre en solitario emprenderá su búsqueda a campo abierto a riesgo de ser atacado por los indios lugareños (western). En paralelo, luego de la misteriosa desaparición de un militar, este será acusado de desertor (thriller).
Alonso tiene la intención de desmitificar su propio cine al concebir más de un argumento, siendo la del danés la central de su película. El personaje de Mortensen hace la de John Wayne en búsqueda de su ser querido. A su camino, una serie de planos generales grafican el peregrinaje parsimonioso del jinete que cabalga en medio del terreno hostil que poco a poco va asomando el peligro. Es el equilibrio entre el letargo y la acción, ambos siendo bien racionados. Lo que sigue es una secuencia imprescindible y además lo mejor de la película. La llegada de este “cowboy” a la caverna de una anciana recuerda a la visita de un actor de Hollywood al rancho de un cowboy en una película de David Lynch. Al igual que en Mulholland drive (2001), el personaje de Mortensen hallará en el terreno onírico lo que busca: su hija. No la presencia real, sino lo que la primogénita representa para el padre. Es la respuesta a la búsqueda. Una que incluye fantasías o deseos de la propia hija como es el perro que la sigue a todas partes. Jauja se proyecta al plano existencial al narrar la historia de un personaje en busca de su propia “Jauja”. Entonces lo histórico y lo mítico parecen ser lo mismo. El filme cierra con una especie de coda a manera de quiebre temporal. En un tiempo más actual, en una casa que simula ser un mausoleo histórico, una joven halla una evidencia mítica. Esta vez lo real, lo histórico y lo mítico parecen encontrarse en un mismo contexto. Es lo más pretencioso y excesivo de la película. Lisandro Alonso en su punto final peca de renovador de su cine.

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