Lo mejor de las cuatro
primeras películas de Lisandro Alonso es la apertura de Los muertos (2004). Una cámara deambulando entre las entrañas de un
bosque descubre la escena de un doble crimen. No muy lejos de ahí, el verdugo
de las víctimas va surcando las huellas en donde se llevó a cabo la terrible
batalla. Lo resto de Alonso es calco de su ópera prima, La libertad (2001), película entendida como una suerte de
manifiesto sobre cine minimalista. Es la rutina tal cual y la omisión de un
argumento. Un cine objetivo y sin pretensión más que el de contemplar a un
individuo entre la inmensidad, en este caso, el de un leñador en medio de las
pampas argentinas. Caso Los muertos
será un expresidiario cruzando la selva y retornando a casa; en Fantasma (2006) un actor merodeando en
las inmediaciones de un teatro; mientras que en Liverpool (2008) nuevamente el retorno al hogar ubicada en una
geografía invernal. En un plano más específico, Fantasma entendido cómo la ficción siempre rondado en cualquier
realidad (esos muertos o rutinas deambulantes),
mientras que en Liverpool se asoma el
primer indicio de un argumento, obviamente limitado hasta trunco. Salvo por ese
par de acotaciones, todo el cine de Alonso resulta lo mismo.
Jauja (2014) es lo más interesante que haya realizado el director argentino.
Es pues la misma fórmula minimalista que apuesta por un argumento, pero además
por otras mecánicas que apuntan a un cine más amplio y discursivo. Es también
Viggo Mortensen en su protagónico y la fotografía pictórica de Timo Salminen –colaborador
de Aki Kaurismaki–. El cine de Alonso parece adoptar una serie de tópicos
fílmicos, más no dejando al abandono sus propios principios. Su trama abarca
géneros como el western, el melodrama, el thriller y el surrealismo, más en su
transcurso, el protagonista también será presa de tiempos muertos. Nuevamente
el individuo inmerso en la inmensidad. La firma del autor sigue ahí. Vayamos al
argumento. Jauja se inicia con una
acotación histórica y mitológica. “Jauja”, durante los tiempos de la Conquista,
entendido como un paraíso perdido que según voces es recinto de la felicidad y
la abundancia. Partiendo de esta premisa, Alonso narra los sucesos que ocurren
en el perímetro de un campamento militar asentado en las pampas argentinas. La
hija de un militar danés ha escapado por amor (melodrama). Es así como el padre
en solitario emprenderá su búsqueda a campo abierto a riesgo de ser atacado por
los indios lugareños (western). En paralelo, luego de la misteriosa
desaparición de un militar, este será acusado de desertor (thriller).
Alonso tiene la
intención de desmitificar su propio cine al concebir más de un argumento,
siendo la del danés la central de su película. El personaje de Mortensen hace
la de John Wayne en búsqueda de su ser querido. A su camino, una serie de
planos generales grafican el peregrinaje parsimonioso del jinete que cabalga en
medio del terreno hostil que poco a poco va asomando el peligro. Es el
equilibrio entre el letargo y la acción, ambos siendo bien racionados. Lo que
sigue es una secuencia imprescindible y además lo mejor de la película. La
llegada de este “cowboy” a la caverna de una anciana recuerda a la visita de un
actor de Hollywood al rancho de un cowboy en una película de David Lynch. Al
igual que en Mulholland drive (2001),
el personaje de Mortensen hallará en el terreno onírico lo que busca: su hija.
No la presencia real, sino lo que la primogénita representa para el padre. Es
la respuesta a la búsqueda. Una que incluye fantasías o deseos de la propia
hija como es el perro que la sigue a todas partes. Jauja se proyecta al plano existencial al narrar la historia de un
personaje en busca de su propia “Jauja”. Entonces lo histórico y lo mítico
parecen ser lo mismo. El filme cierra con una especie de coda a manera de
quiebre temporal. En un tiempo más actual, en una casa que simula ser un
mausoleo histórico, una joven halla una evidencia mítica. Esta vez lo real, lo
histórico y lo mítico parecen encontrarse en un mismo contexto. Es lo más
pretencioso y excesivo de la película. Lisandro Alonso en su punto final peca
de renovador de su cine.
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