Bruno Dumont recrea
retratos de personajes de una apariencia dual. Sus protagonistas parecen estar
entre la frontera de lo benefactor y la perversidad. Sus locaciones, casi
siempre paisajes de una vasta naturaleza, cumplen una suerte de complementación
sobre el perfil humano, uno que refleja una belleza natural, pero que no deja
de ser instintivo y salvaje. Sus tramas, en principio apuntando a un cine de
género, sea policial o melodramático, terminan diluyéndose en su transcurso.
Dumont boicotea las expectativas o resoluciones de sus historias para en su
lugar focalizarse en el drama emocional de sus personajes, sujetos angustiados
por su realidad trágica (desde lo social hasta la existencial). En respuesta,
ellos parecen reaccionar de una manera redentora o martirizándose. Los
personajes de Dumont son hasta cierto punto absurdos o impredecibles. Sus personalidades
sumisas y hasta ocasionalmente infantilizadas contrastan con una realidad que
es agresiva u ocasionalmente de pronto también son poseídos por los mismos
impulsos de hostilidad.
En Camille Claudel 1915 (2013) la escultora
francesa vive atormentada por el encierro no premeditado. Desde de que su
familia la fuera a internar a un manicomio, Camille (Juliette Binoche) no
solamente se ha visto frustrada en sus cualidades como artista, sino que también
su salud mental se ha ido deteriorando. A diferencia del resto de personajes de
Dumont, Camille es más abierta a la palabra. Con un carácter testimonial, el
filme va construyendo el lado emocional de la artista desde su propia
perspectiva mediante sus monólogos, sus berrinches que trasmite a sus
celadores, a través de sus cartas o del lenguaje de su rostro. La bipolaridad en
Camille está profundamente marcada y no necesariamente a raíz de esa locura que
poco a poco la está poseyendo. La “esperada” visita de su hermano es la
conexión con la realidad y la cordura de la escultora. Una especie de ventana
que observa con esperanza pero que en momentos de desesperación cierra de un
portazo. Camille Claudel 1915 es lo menos
atractivo en la filmografía de Bruno Dumont. Ese dramatismo en que su
protagonista se comunica termina siendo redundante y monótono. Juliette Binoche,
de lejos, es lo mejor del filme.
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