martes, 7 de octubre de 2014

Una muerte silenciosa (o As I lay dying)

Hasta cierto punto atractiva es As I lay dying (2013). James Franco es un director que al parecer guarda un respeto por la fidelidad literaria. Su filme, una adaptación de William Faulkner, se las ingeniará para graficar el monólogo interior de sus personajes contaminados de conflictos, en su mayoría, ajenos. Más allá de representar una voz en off que desarrolla la complejidad de sus protagonistas, está en el interés del filme asociar a esta el carácter emocional. Es una lectura sentimental de manera implícita, casi teatral. Franco rompe continuamente la “cuarta pared” para colocar en un podio a sus personajes que revelan con la palabra y la mirada sus dramas personales. Desde ese sentido, su filme se sirve de lo testimonial, cuestión que alternamente irá construyendo el plano argumental de la película.
As I lay dying, al relatar una historia sobre unos miembros de familia que viven resentidos unos con los otros, se esmera por exaltar el ambiente contaminado por la tensión. Frente a esto, la cámara se ajusta a los rostros que miran con frustración o con odio. La película va apuntando a lo gestual, al lenguaje de las miradas frontales o por encima del hombro. Son también las miradas hacia lo interno, los ojos al vacío que observan con culpa y en algunos casos con locura y alevosía. En paralelo, una estética que ocasionalmente se inclina a la ensoñación (reproducciones en cámara lenta, texturas vaporosas) además de una división de la pantalla crean un contraste más personal que argumental. Es el lado pretencioso de la película y del director quien además parece exagerar al momento de caracterizar a su propio personaje.

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