jueves, 27 de agosto de 2015

Mientras seamos jóvenes

A sus cuarenta y sin hijos, la monotonía de una pareja se verá desafiada al nacimiento del primer niño de sus únicos amigos. Mientras tanto, su amistad fortuita con una pareja dos décadas menores que ellos, será su oportunidad para evadir ese fantasma de la paternidad o la vejez, símbolo del aburrimiento y la rutina, algo que ha venido pesando en ese matrimonio sin hijos. Al igual que en casi toda su filmografía, Noah Baumbach en Mientras seamos jóvenes (2014) desarrolla un lenguaje irónico a propósito de un grupo de personajes sobreviviendo a sus conflictos personales. Está además su interés por tener como protagonistas a individuos saltando a una nueva etapa, aquella a la que se resisten ingresar, sea por complejos o miedos. La meta del director será hacerlos madurar. Así como en El calamar y la ballena (2005), Greenberg (2010) o Frances Ha (2012), Baumbach obliga a sus personajes (la mayoría por encima de los treinta) a revaluar sus vidas, provocando la comedia y rozando con lo dramático.
Mientras seamos jóvenes posee además otro discurso que es lo más interesante del filme, tema que se devela para cuando la relación entre la pareja madura y la joven entran en conflicto. Josh (Ben Stiller), además de sus prejuicios de los cuarenta, padece de otra frustración personal. Es la del documentalista que ha venido trabajando por cerca de diez años un mismo proyecto, y que niega además los laureles de Jamie (Adam Driver), cineasta amateur que a diferencia de los autores del cinema vérité ha convertido el oficio de documentalista en un acto de montaje pueril y oportunista. Noah Baumbach cita con sátira la moda hipster a fin de crear a un personaje que evoca la nueva dinámica de realizar cine. Mientras seamos jóvenes para el final deja de ser un dilema marital para convertirse en un enfrentamiento entre cineastas puristas y los nuevos cineastas. Hay una reflexión al cine transitando por una era democrática en donde la ética está demás para cuando se trata de realizar un buen montaje. Lástima que para ello la historia tenga que recurrir al mensaje aleccionador degradándose a un conflicto propio de otras comedias de Ben Stiller.

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