viernes, 26 de febrero de 2016

Carol

Todd Haynes, por inicio de los noventa, se estrenaba con Poison (1991), un filme híbrido que abordaba el homoerotismo en clave alegórica. A este, le siguieron otras películas, que de igual manera exploraban un perfil de la homosexualidad, aunque con menos profundidad en comparación al tratamiento que se manifestaba en la mencionada ópera prima del director británico. En cierto modo, la homosexualidad en el cine Haynes no es el conflicto central de sus historias, sino apenas un subtema que funciona a manera de catalizador para la trama principal. Tanto en Velvet Goldmine (1998) o Lejos del cielo (2002) sucede esto. De pronto las vidas de sus protagonistas principales se ven emparentadas o relacionadas con la homosexualidad, a propósito de una coyuntura o una movida generacional, en referencia a los casos. En Carol (2015), sucede lo mismo. Una relación homosexual no es más que excusa para representar un melodrama que apasiona no por su historia, sino por su modo de representarla.
Carol inicia con la separación de una pareja. A continuación, se hará una remembranza al pasado. Será el antes; desde el instante en que las amantes se conocieron por pura casualidad hasta la perpetración de su romance, uno que se dio entre encuentros furtivos a causa de ser una relación “prohibida”. Es la década de los 50. Therese (Rooney Mara) es un joven dependiente. Carol (Cate Blanchett) es una mujer casada. Ambas pasan por una etapa de desilusión. La primera se resigna a seguir su rutina como trabajadora, mientras que su futuro se resume en ser la esposa de un hombre rico que la corteja. La segunda está aguardando por su divorcio y la custodia de su menor hija, sin embargo, el egoísmo de su esposo le impide ambos. Haynes arma su historia en base a la estructura y premisas de un melodrama clásico que aspira melancolía, y en donde el amor es obstruido por las circunstancias y las vetas de la sociedad.
La misma dirección técnica y artística de la película obedece a un estado anímico lánguido. Haynes es capaz de retratar con precisión los sentimientos de sus protagonistas en un solo encuadre. Sea Therese o Carol, en más de una ocasión, las veremos encerradas por marco baldío, separado por un vidrio difuso o vaporoso que trasluce tristeza e incertidumbre. Hay una separación literal entre el mundo y lo que está sucediendo en la cabeza de estas personajes. Es vísperas de Navidad, sin embargo, sus protagonistas están inmersas en su soledad. Tal vez sea dicho padecimiento compartido haya sido la motivación de la unión entre estas dos mujeres. La grieta social y circunstancial, muy a pesar, hacen lo suyo, y el romance se verá frustrado. Carol, a la línea de cualquier melodrama clásico, es también una vía de aprendizaje. Las amantes prosperarán en solitario, aunque su romance seguirá transcendiendo. 

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