Todd Haynes, por
inicio de los noventa, se estrenaba con Poison
(1991), un filme híbrido que abordaba el homoerotismo en clave alegórica. A
este, le siguieron otras películas, que de igual manera exploraban un perfil de
la homosexualidad, aunque con menos profundidad en comparación al tratamiento
que se manifestaba en la mencionada ópera prima del director británico. En
cierto modo, la homosexualidad en el cine Haynes no es el conflicto central de
sus historias, sino apenas un subtema que funciona a manera de catalizador para
la trama principal. Tanto en Velvet
Goldmine (1998) o Lejos del cielo
(2002) sucede esto. De pronto las vidas de sus protagonistas principales se ven
emparentadas o relacionadas con la homosexualidad, a propósito de una coyuntura
o una movida generacional, en referencia a los casos. En Carol (2015), sucede lo mismo. Una relación homosexual no es más
que excusa para representar un melodrama que apasiona no por su historia, sino
por su modo de representarla.
Carol inicia con la separación de una pareja. A continuación, se hará una
remembranza al pasado. Será el antes; desde el instante en que las amantes se
conocieron por pura casualidad hasta la perpetración de su romance, uno que se
dio entre encuentros furtivos a causa de ser una relación “prohibida”. Es la
década de los 50. Therese (Rooney Mara) es un joven dependiente. Carol (Cate
Blanchett) es una mujer casada. Ambas pasan por una etapa de desilusión. La
primera se resigna a seguir su rutina como trabajadora, mientras que su futuro
se resume en ser la esposa de un hombre rico que la corteja. La segunda está
aguardando por su divorcio y la custodia de su menor hija, sin embargo, el
egoísmo de su esposo le impide ambos. Haynes arma su historia en base a la estructura
y premisas de un melodrama clásico que aspira melancolía, y en donde el amor es
obstruido por las circunstancias y las vetas de la sociedad.
La misma dirección
técnica y artística de la película obedece a un estado anímico lánguido. Haynes
es capaz de retratar con precisión los sentimientos de sus protagonistas en un
solo encuadre. Sea Therese o Carol, en más de una ocasión, las veremos encerradas
por marco baldío, separado por un vidrio difuso o vaporoso que trasluce
tristeza e incertidumbre. Hay una separación literal entre el mundo y lo que
está sucediendo en la cabeza de estas personajes. Es vísperas de Navidad, sin
embargo, sus protagonistas están inmersas en su soledad. Tal vez sea dicho
padecimiento compartido haya sido la motivación de la unión entre estas dos
mujeres. La grieta social y circunstancial, muy a pesar, hacen lo suyo, y el
romance se verá frustrado. Carol, a
la línea de cualquier melodrama clásico, es también una vía de aprendizaje. Las
amantes prosperarán en solitario, aunque su romance seguirá transcendiendo.
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