jueves, 7 de julio de 2016

6 Lima Independiente: Las mil y una noches

Miguel Gomes es un director atraído por la narrativa fabulada. Esto obliga a que sus películas posean un argumento multiforme, en donde su dialéctica asume además una postura testimonial producto de alguna reminiscencia o alucinación. Por otro lado, esto mismo es la gesta de relatos extravagantes que, ocasionalmente, descienden al terreno de la fantasía y la ensoñación. La trilogía de Las mil y una noches (2015) se estructura bajo esos preceptos. La premisa sobre la infeliz esposa que narra historias a su rey a fin de no perder la cabeza siempre es incólume; sin embargo, Gomes se siente libre de recrear la formalidad con que aborda este circuito de cuentos. Así como en sus anteriores películas, el director asume una postura transgresora respecto al marco narrativo. Aparte de esta, existe otra premisa que se mantiene perenne. La intención del autor es construir la realidad social-económica en estado de crisis del actual Portugal, a partir de una visión ficcional. Es así como la reina Scherazade (Crista Alfaiate) decide entretener a su esposo contándole historias tristes sobre esa nación.
Las mil y una noches se estructura en tres partes, cada una de estas compuestas por tres historias principales, siendo la mayoría fruto de esas narraciones nocturnas de  Scherazade, las cuales se extienden hasta el amanecer de un día siguiente. La trilogía se inicia con una introducción. Un travelling va surcando una estibadora, esta mencionada como una de las más grandes e importantes en Europa. En paralelo, se escuchan voces en off de algunos de sus empleados. Estos manifiestan la importancia de esta fábrica portuaria como principal sustento de sus familias. Al rato, no enteraremos el cierre de la misma y, en consecuencia, un despido masivo. Esta es la antesala a las reformas de austeridad aplicada en Portugal. En tanto, un director (interpretado por el mismo Gomes) es contagiado por esa desolación que se ha expandido en su nación. Lo de la estibadora es apenas un síntoma. El director medita y rebusca la forma cómo manifestarse frente a esa multitud de voces que son víctimas del desamparo (es el perfil comprometido). Ante la angustia y responsabilidad, el director no ve más solución que escapar despavorido dejando atrás a su equipo técnico (es el perfil irónico ante la atmósfera trágica). Ese es el inicio de una trilogía consecuente con la realidad en Portugal, aunque sujeta por una contemplación sarcástica.

Las historias que componen a Las mil y una noches escenifican la realidad depresiva de una sociedad. Los personajes son las víctimas de una crisis (a excepción del primer relato en donde los personajes son representantes de la troika). Esta los ha arrastrado a súbitos infortunios, el desencantamiento por la realidad, la reformulación de la moral dentro de un contexto en el cual el delinquir es equivalente a sobrevivir. Cada historia de pronto es el cobijo de un nuevo testimonio desafortunado. El cine cumple entonces su función de sillón terapéutico que documenta mediante la oralidad (un profesor de natación entrevistando a unos desempleados) o el material de archivo. Si bien todo es ficción, Gomes registra también desde un idioma testimonial. Un aparte, a propósito del material de archivo; este se ve claramente definido en el testimonio de una asiática. Es curioso este paralelismo narrativo que antes ya se había en otro filme portugués como es La última vez que vi Macao (2012), de Joao Pedro y Joa Rui Guerra. En un primer plano se plantea la ficción; una voz en off que también cumple su carácter testimonial. En un segundo plano, una segunda historia dispone una mirada documental. Es decir, lo real contextualiza a la ficción. Algo que también se puede reconocer en la fílmica del italiano Pietro Marcello.
Las mil y una noches, como ya se ha mencionado, se convierte en una obra polifónica en donde muchas voces se reúnen a propósito de una deficiencia coyuntural. Hay también una multitud de dialectos impresos que curiosamente se comprenden dentro de las leyes de la ficción. Es como si la realidad de la crisis financiera en Europa hubiera fundado una “Torre de Babel” que circunscribe a ese continente y a sus vecinos cercanos. 

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