jueves, 4 de agosto de 2016

20 Festival de Lima: el cine de los Dardenne (1996 - 2014)

La importancia de la fílmica de los hermanos Dardenne para un mapa del cine contemporáneo radica en su dialéctica del registro y la dirección actoral. La cercanía con que la cámara se postra frente a los personajes y sus respectivas acciones renueva la idiomática del cinema verité al expresar un cine de ficción no artificial y rico en subjetividad. Películas como Rosetta (1999) o El hijo (2002) son las que mejor emprenden ese ejercicio de la compenetración. Aquí los actores se denotan por su pasividad ante el incesante asedio de la cámara en mano, el lente que se postra sobre sus hombros convirtiéndose en el rabillo ocular de estos mismos protagonistas. La intención está también en plantear una fijación por el idioma de la expresividad. Tanto la gestualidad como las miradas captadas por los planos frontales, analiza los códigos de conducta que van estructurando el universo mental de estos personajes.
La promesa
Las historias de los Dardenne siempre giran en torno a un solo foco de atención, que es el personaje principal. Todo el transcurso del relato, en tanto, se construirá en base a ese protagonista. A medida que este se mueve, la cámara no deja de escoltarlo. Es de esta forma que se le conoce, se le critica y, finalmente, se le entiende. Los que en un inicio lucen apáticos, más adelante se tornan entrañables. No solo es la cámara la que ejerce la empatía, son también sus comportamientos los que hacen reformular el juicio del espectador. Los personajes de los directores belgas se caracterizan por su impredicibilidad. Estos exponen una doble moral, la cual se activa a propósito de un conflicto moral. Esta situación hará dudar o cuestionar sus propios conceptos dentro de varias incidencias, además del conflicto final. En La promesa (1996), por ejemplo, un adolescente tendrá que decidir entre las reglas impuestas por su padre o las conveniencias de un inmigrante ilegal. Caso en Dos días, una noche (2014) son más bien los personajes secundarios los que tendrán que decidir el destino laboral de la protagonista principal. Al igual que sendas películas, en el cine de los Dardenne la trama se compone según los discernimientos titubeantes de sus personajes. Se formula de esta forma un ajuste de las expectativas.
Rosetta
A propósito del conflicto moral, la filmografía de los Dardenne, a partir de La promesa, gira en torno a los dilemas éticos. La historia avanza a medida que los personajes van tomando decisiones sobre lo que es correcto o no. En este sentido, existe un margen sobre personas aspirando a la redención. Es el ejemplo de la figura paterna en El niño (2005), quien intenta sanar un acto que le comenzó a generar remordimiento. Sin embargo, más exacto es definir a los protagonistas de los Dardenne como aspirantes a un orden. En Rosetta una adolescente va en busca de un trabajo fijo que pueda aplacar su rutina que lleva junto a su madre alcohólica. Es frecuente en el dúo de directores plantear un conflicto a consecuencia de un debate interno o emocional del protagonista principal, el cual es incitado por un agente externo. A la línea de esta idea, hay un principio paternalista omnipresente en los relatos de los Dardenne. Aquí los antihéroes, si bien se mueven en base a sus juicios, sus acciones responden a la asistencia de un segundo. De ahí esa actitud casi filial de los personajes principales al acoger a algún desprotegido, curiosamente, siendo ellos también desprotegidos.
El silencio de Lorna
La otredad es protagonista en las historias de los Dardenne, cuestión que los califica como productores de dramas sociales. Sus personajes en mayoría son desempleados, ladrones y otras víctimas de carencias económicas o sociales. En relación a ese paternalismo, es el “otro” resguardando a un “otro” más vulnerable. En Rosetta es el empleado de un bazar auxiliando a la joven desempleada, mientras que en El silencio de Lorna (2008) es la mujer oportunista acudiendo a su marido “provisional” víctima de las drogas. Lo cierto también es que ocasionalmente ese paternalismo llega de un menor, siendo el beneficiado un adulto. Es el adolescente haciéndose cargo de una recién enviudada en La promesa, una adolescente haciéndose cargo de su madre alcohólica en Rosetta. Incluso en El niño un recién nacido estimula la reflexión de un padre irresponsable.  En los filmes de los Dardenne vemos a jóvenes precoces y a adultos encurtidos por la inmadurez. Existe una extirpación de la niñez o la juventud, así como un egoísmo de parte de una  generación adulta insensata, tal vez, producto de ese paternalismo primario que está ausente; el público.
El hijo
Mediante lo dicho, se manifiesta también un estado de orfandad en el universo de los Dardenne. Desde La promesa hasta El niño de la bicicleta, siempre está presente un huérfano producto de la negligencia de los adultos. Salvo en la última película mencionada, los menores poseen un destino incierto. Está la posibilidad que los huérfanos hereden el mismo sino que el de sus padres ausentes. Esto convierte a las películas de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne en historias con una profunda carga dramática. Sus personajes emprenden acciones despreciables, sin embargo, en el transcurso curan sus vilezas a través de acciones que desbordan humanidad. En relación a esta idea, los directores son también artesanos de un suspenso discreto. Esta dinámica se observa en El hijo, en donde un hombre observa por lo lejos a un adolescente. A donde este último se mueva, el primero sigue sus pasos (es decir, mientras la cámara lo registra, el hombre se convierte en una segunda cámara para registrar al tercero; fascinante detalle). Ya casi para la mitad, nos hemos enterado de la relación entre el hombre y el adolescente. Se ha develado un misterio, pero también se ha engendrado un nuevo misterio y aún más inquietante. A fin de cuentas, ¿qué significa para la vida de este hombre la presencia de ese adolescente? ¿Es acaso enemigo o sujeto de reconciliación? Esto no se sabe sino hasta el final. El hijo es la mejor película de los Dardenne.

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