Lo que motiva de Tempestad (2016) no es su modo narrativo
empleado, este compuesto por una dinámica de imágenes independientes a la voz
en off que por ejemplo también se
aplica en otro documental como Miedo al 13 (2015) o en la película de ficción La
última vez que vi Macau (2012). En su lugar, lo que estimula son las
historias dramáticas de las dos mujeres que testimonian para la directora.
Tatiana Huezo registra dos dramas que hallan su relación en un mismo contexto.
Son a partir de estos relatos que la sociedad pública y las del orden en México
manifiestan su peor rostro. La injusticia parece tocar niveles absurdos.
Existe pues una
coalición entre los que supuestamente custodian a una nación y los que la
degradan a través de la violencia y el narcotráfico. Al menos en una de las
historias se descubre con claridad a estos como los responsables de cierta
coacción. Respecto a la segunda, no hay necesidad de armar una ardua pesquisa
para comprender que ese asalto viene de un mismo agresor y mismos cómplices.
Tatiana Huezo se desapropia de las imágenes que alientan el dramatismo o
cualquier exceso, y en su lugar deja que las voces de dos mujeres declaren y
denuncien. La tempestad se arma por sí sola.
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