¿María José (Liliana
Biamonte) en verdad se esfuerza por guardar su secreto por debajo de sus
habituales ropas anchas? Existe más de una evidencia en que esta joven, que
lleva una rutina acostumbrada para una persona de su edad, no parece ser presa
del disimulo en su entorno familiar, universitario o sentimental. María José
está definida por una actitud flemática en su entorno, mientras tanto, solo son
en los instantes de soledad en que es presa de la incomodidad, que no
necesariamente tiene que ver con el remordimiento. Medea (2016), de Alexandra Latishev, es la historia de una muchacha
aguardando hasta que “suceda algo”, y por cierto sucede de todo.
Cuál ritual de
tragedia griega, la heroína sufre un hilo de castigos, consecuencia de sus
acciones y, tal parece, también de las acciones de sus predecesores –la
maldición que recae en la heredera–. Interesante una secuencia en que se
establece el orden social dentro de su círculo familiar. A propósito de los
rasgos humildes del nuevo novio de la primogénita, María José avala al caldo de
prejuicios sociales de su familia mediante la risa. Claro que lo más
interesante de Medea es respecto al
cuerpo y sus síntomas. Es la vigorosidad de la joven atleta, jugadora de rugby,
mellando contra la naturaleza. En código de tragedia griega, es el descenso del
héroe, quien al final, consumado su hado, no le queda más que un autodestierro
simbólico.
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