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Un grupo de actores de Toronto pide posada en una comunidad granjera como parte de su preparación artística. Ellos buscan inspiración para una obra que tendrá como protagonistas a granjeros. Es así como Miles (Jakob Ehman) conoce a Angus (Stuart Hughes) y Morgan (Richard Clarkin), un dúo de viejos que se gana la vida como ganaderos. The drawer boy (2017) se perfila como una comedia en tonos de farsa. Tenemos al citadino haciendo las de Jerry Lewis o Monsieur Hulot en una versión parlanchina al desencajar en una fiesta a la cual no fue invitado, y, en paralelo, la pareja de granjeros interpretando a un dúo tipo Laurel y Hardy, uno risueño y otro gruñón. Es decir, solo le faltan los golpes y la escasez de diálogo para ser una perfecta slapstick, ya que incluso goza de una ambientación añeja y coloración en sepia, propio de una década pasada.
Un grupo de actores de Toronto pide posada en una comunidad granjera como parte de su preparación artística. Ellos buscan inspiración para una obra que tendrá como protagonistas a granjeros. Es así como Miles (Jakob Ehman) conoce a Angus (Stuart Hughes) y Morgan (Richard Clarkin), un dúo de viejos que se gana la vida como ganaderos. The drawer boy (2017) se perfila como una comedia en tonos de farsa. Tenemos al citadino haciendo las de Jerry Lewis o Monsieur Hulot en una versión parlanchina al desencajar en una fiesta a la cual no fue invitado, y, en paralelo, la pareja de granjeros interpretando a un dúo tipo Laurel y Hardy, uno risueño y otro gruñón. Es decir, solo le faltan los golpes y la escasez de diálogo para ser una perfecta slapstick, ya que incluso goza de una ambientación añeja y coloración en sepia, propio de una década pasada.
El humor que establece
Arturo Pérez Torres en su película se aprecia además como representación
absurda, en donde estos personajes simpáticos no necesariamente precisan de un
gran clímax para atraer la curiosidad. Pienso en las tramas de Jim Jarmusch,
así como en los retratos peculiares de Joel Potrykus, al menos hasta el momento
en que la historia asoma su primer conflicto, lo que acontece después de la
primera representación del grupo teatral. El gruñon Morgan se ha enfadado con
Miles. El actor ha tomado sin permiso una historia personal, que es la historia
de los dos viejos ganaderos, una que se remonta a la infancia, luego a la
Segunda Guerra, seguido de una lesión física y termina con un evento fatídico
que comparten los amigos. Los hilos de la comedia desaparecen y las tensiones
entre los protagonistas liman la cordialidad y el estado de sumisión del buen
Angus. Entonces estalla una revelación.
The drawer boy hace reflexión y pone en duda lo real y lo representado, a
partir de la historia de un hombre apropiándose de la ficción y generándola como acto de sobrevivencia. Es el actor robando una realidad ajena
para no ser expulsado de su compañía. Hay también otra acción estimulando similar debate ético. Es el amigo inventando una realidad como
gesto compasivo. Pueda ser además, otro (o su subconsciente) aceptando esa
misma realidad como acto de represión. Todos preservando sus deseos, intentando
sobrevivir abrazando el confort. El director mexicano desde principio va
puntualizando su hipótesis mediante el comparativo entre la vida rural, la vida
citadina o artística, sobre cómo los que están inmersos en estos contextos, por
muy distanciadas que sean sus naturalezas, están al riesgo de un posible
truncamiento. Desde ese sentido, The drawer
boy revela también una relación amical forzada por el egoísmo de uno de sus
miembros. Es el dibujante que terminó siendo ganadero.
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