Cuando parecía la
historia de un hombre generándose un lío producto de un affair, la trama nos vuelca a un thriller en donde ese mismo hombre
pasa de ser agredido a agresor. Tarde
para la ira (2016), de Raúl Arévalo, tiene como atractivo a un vengador de
apariencia apacible, aunque implacable. Es el individuo cotidiano que se
convirtió en una presencia angustiante producto de una tragedia. “No tengo nada
que perder”, se describe así mismo José (Antonio de la Torre). Ya para cuando
sepamos las intenciones de este, no volverá a ser intimidante el personaje del
Curro (Luis Callejo), un ex presidiario que será pieza fundamental para que
José pueda perpetrar su venganza.
Lo más logrado de este
filme español es un enfrentamiento en terreno western. Es un momento del clímax
y además de gran conflicto moral que pone en tensión la motivación del vengador
y el efecto de redención que ha comenzado a nacer de su “cautivo”. Son
atractivos también los trazos con que Raúl Arévalo define la violencia. Una
venganza no tiene que ser gráfica o tener una resolución épica. De todas
formas, no deja de haber un aire a los personajes de Sam Peckinpah o los que
encarnó Charles Bronson, flemáticos y en parte perdedores.
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