Gran parte del drama
está sobre los hombros de Katharine Graham (Meryl Streep), la dueña y sucesora
del The Washington Post. Tal como lo afirmaría en algún momento su editor Ben
Bradlee (Tom Hanks), ella tiene mucho que perder. The Post (2017) retrata las previas al destape de uno de los más grandes
escándalos en la política estadounidense. Antes del Watergate, el gobierno de
Richard Nixon sería cuestionado ante la revelación de unos documentos secretos
del Pentágono. En medio de un falso optimismo bélico, el Gobierno desde hace
años había predicho y callado el inminente fracaso de EEUU en la entonces
vigente Guerra de Vietnam. A eso se sumaban gobiernos anteriores que ocultaron su
interferencia en conflictos ajenos, los que trajeron pérdidas materiales y de
vida.
Steven Spielberg
relata la antesala al caos desde la perspectiva del Post. Veremos el rol
crucial que el diario asumió en compromiso con la nación y su derecho por la libertad
de prensa, adicionándose además un dilema personal impuesto en Graham, a quien
la conoceremos cobijada en su círculo de la socialité
y titubeando cada que el Post se expone a una difícil decisión. Más que una
labor periodística, Graham apuesta por lo protocolar, el eterno consenso, la
continua asistencia a sus asesores, típico del dirigente asignado de manera
imprevista que tiene como único impulso la preservación del buen nombre que sus
antecesores le otorgaron al diario. La presencia de Bradlee será medular para
orientar a la dueña abstemia de liderazgo y pendiente de los compromisos
particulares. The Post narra la
historia de un empleado acosando a su jefa, irrumpiendo su privacidad,
haciéndola “trabajar” y actuar a presión, en tanto, Graham delatando típicos
tics de principiante, tropezando con sillas, estrujándose los dedos frente a su
editor quien lo asaltó en pijamas o a mitad de una reunión. Hacía tiempo que
Streep no tenía una gran interpretación sin necesidad de asistir a las
prótesis.
Los mejores momentos
en The Post acontecen en las
reuniones a puertas cerradas, las de dos personas o en grupo, instantes en que
se toman decisiones trascendentales que ponen en riesgo la vigencia del
periódico. El hecho que se trate de ese oficio le adiciona además una premura. La
idea de emprender una primicia apremia a que los protagonistas estén a
contrarreloj. Una reunión de cinco minutos podría traer abajo toda una
tradición y el empleo de tantos que conforman el Post. El debate se alimenta de
los muros personales que Graham tendrá que tumbar, vínculos entre la mujer y elementos
del Gobierno. Los dilemas morales y personales desequilibrarán la cotidianidad
de esta protagonista. The Post
aparenta ser algo distinto en la filmografía de Steven Spielberg. Si bien no
estamos dentro de un contexto suburbial o burgués, el filme hace retrato de un
protagonista que experimenta un quiebre en su rutina. Si en otras historias
vemos a un tiburón, un extraterrestre o un gigante trayendo un poco de acción
al aburrido calendario de ciertos personajes, aquí un presidente incentiva el
pánico e intranquilidad a toda una nación y a una mujer que luego de ese
encuentro no volverá a ser la misma.
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