jueves, 22 de marzo de 2018

Titanes del Pacífico: La insurrección

Hay que ser ingenuos para pensar que esta secuela tendría algún parecido con la realizada por Guillermo Del Toro. Titanes del Pacífico: La insurrección (2018) no solo ha perdido el atractivo visual de su original, sino que también se olvidó de la cuota de géneros a los que hacía referencia, desde el noir al kaiju, solo quedando el drama y la acción. Las criaturas niponas todavía estarán presentes en dicho universo, así como los robots gigantes, guardianes de un planeta en reconstrucción, más el espíritu de fascinación con que se describía tanto a los titanes buenos como malos, como si se tratasen de figuras intercambiables, se ha reducido. Como se nota la diferencia entre una película dirigida por un cinéfilo y un realizador de teleseries. A pesar de eso, el director Steven S. DeKnight hace lo posible para que la película no sea un fracaso argumental.
Lo mejor de Titanes del Pacífico: La insurrección es descubrir la manera cómo la historia hace revivir a los temibles kaijus que supuestamente habían sido erradicados de la Tierra. El chispazo que vuelve a abrir esa “caja de Pandora” tiene un origen desagradablemente atractivo. La humanidad es perversa y cuando tiene ganas de autodestruirse se la ingenia muy bien para resolver eso. La trama, que tiene como coguionista a Del Toro, también productor de esta entrega, manifiesta ese único rastro seductor. Lo resto es el reconocimiento a esa nueva generación de héroes que se encargará de subsanar la negligencia provocada por ciertos. Ya cada vez más típico de las películas comerciales en Hollywood, todas las razas son las que conforman este equipo, todos jóvenes, algunos casi en pañales. ¿Alguien acaso se ha percatado que cada vez son menos los actores mayores de 60 años?

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