miércoles, 6 de junio de 2018

8 Lima Independiente: I tempi felici verranno presto

Alessandro Comodin convoca mitos y fábulas, las desmonta y construye su propia historia. Los tiempos felices vendrán pronto (2016) inicia con la fuga acontecida en un recinto, la cual evoca a alguna eventualidad histórica. Más adelante el tiempo cambiará, y para entonces queda la duda si ahora estamos tratando con algún incidente coetáneo o también pretérito. Comodin hace difusa la temporalidad en la que se establece la acción, a propósito de la convergencia de realidades. Un grupo de personas cita lo que pensamos es una leyenda, pero más adelante esta se ve cristalizada a manera de remembranza. De pronto los receptores de esa oralidad –la de un lobo “cazando” a la hija de un granjero–, en algún momento fueron los protagonistas de esa historia. Es el mito que deja de serlo cuando se manifiesta como algo legítimo.
En Los tiempos felices vendrán pronto lo real y lo mítico se desenvuelven en un mismo ámbito. Como en tiempos medievales, lo fantástico forma parte del cotidiano. Lo cierto es que no estamos tratando con una fantasía tradicional, sino una que ha sido reconfigurada a una visión no romántica. Por ejemplo, vemos a un lobo que no es tradicionalmente un lobo, sino un condenado, un personaje atrapado por el espacio, ahora asignado a cumplir un rol ajeno a su naturaleza. Esa última idea es prácticamente lo que expresa Comodin a lo largo de su filme; retazos orales han extraviado parcialmente su curso original a fin de crearse una nueva ficción. Un subterráneo como el de “Alicia en el país de la maravillas” que no necesariamente te traslada a un mundo surreal, una mujer vestida de rojo que no será devorada por el lobo, son ejemplos de una lectura oral personal.
La película de Comodin es atractiva a propósito de esa libertad de no asistir a una estructura argumental habitual que manifiesta un conflicto y clímax. El director italiano se inspira de las fábulas, pero curiosamente su historia no reconoce reflexión o moraleja al final del camino. Los tiempos felices vendrán pronto es un ejemplo del cine moderno empeñado en estimular a partir del contenido ambiguo, citar una canción de sabor costumbrista y luego una de rock, aludir a un relato familiar que escapa de las expectativas o convenciones, o convergiendo el registro documental –personas completando un relato de alusión folclórica– con el ficcional. Lo mejor es que Alessandro Comodin no tropieza con lo pretensioso. La oralidad que dispone no exige de una lectura puntual. La muerte que trasciende, la sexualidad y el amor se expresan en un sentido universal.

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