Fue con el estreno de Los Increíbles (2004) que Pixar hacía
literal la expresión de “películas para niños, pero también pensado para un
público adulto”. El inofensivo tema de la amistad rondaba frecuentemente en su
universo. El principio de Buscando a Nemo
(2003) desgarraba el corazón de muchos; fue el gesto más arriesgado y maduro del
estudio de animación, aunque no dejaba de ser una situación romántica. Pero la
historia de una familia disfuncional que manifestaba problemas cotidianos,
conflictos y peleas “reales”, la rutina laboral, el fantasma del divorcio, o
por muy superficial que sea, el cuerpo que ha perdido la forma de la juventud,
eran situaciones que salían de la jurisdicción de la mirada infantil. Pixar se
volvió reflexivo desde entonces. WALL-E
(2008), Up (2009) y Toy Story 3 (2010), fueron algunas que
siguieron esa senda. Temas universales no dejaban de ser el centro del
conflicto; sin embargo, situaciones ordinarias o coyunturales tuvieron un
protagonismo importante dentro de la trama. Daban incluso el impulso al
conflicto central.
Los Increíbles 2 (2018) tiene un
argumento que cumple. Estos superhéroes sin capa entretienen. Pixar siempre es
correcto y creativo en su diseño artístico, aunque en este filme parece quedarse
un tanto limitado. Lo mismo sucede visualmente, salvo por una secuencia de
pelea en medio de pantallas. Lo más flojo es su conflicto central, un tanto
predecible, con un villano que tiene un motor tan familiar para cualquier
principiante del mundo de los cómics. Resta entonces enfocarnos al rasgo
cotidiano: la visión adulta del filme. Temas como la Ley versus la ética, el
poder insidioso de los mass media y
los roles de género son los que abren cancha al enfrentamiento entre buenos y
villanos, siendo este último el más estimulante. En esta nueva entrega de Brad
Bird no solo vemos al macho alfa aprendiendo a corregir el concepto que
entiende por masculinidad, sino que además vemos a la ama de casa cercenando
ese cordón umbilical que la limitada. Es decir, vemos a los géneros dialogando,
intercambiando roles y entendiendo que ninguno es exclusivo en uno u otro.
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