viernes, 15 de junio de 2018

Los Increíbles 2

Fue con el estreno de Los Increíbles (2004) que Pixar hacía literal la expresión de “películas para niños, pero también pensado para un público adulto”. El inofensivo tema de la amistad rondaba frecuentemente en su universo. El principio de Buscando a Nemo (2003) desgarraba el corazón de muchos; fue el gesto más arriesgado y maduro del estudio de animación, aunque no dejaba de ser una situación romántica. Pero la historia de una familia disfuncional que manifestaba problemas cotidianos, conflictos y peleas “reales”, la rutina laboral, el fantasma del divorcio, o por muy superficial que sea, el cuerpo que ha perdido la forma de la juventud, eran situaciones que salían de la jurisdicción de la mirada infantil. Pixar se volvió reflexivo desde entonces. WALL-E (2008), Up (2009) y Toy Story 3 (2010), fueron algunas que siguieron esa senda. Temas universales no dejaban de ser el centro del conflicto; sin embargo, situaciones ordinarias o coyunturales tuvieron un protagonismo importante dentro de la trama. Daban incluso el impulso al conflicto central.
Los Increíbles 2 (2018) tiene un argumento que cumple. Estos superhéroes sin capa entretienen. Pixar siempre es correcto y creativo en su diseño artístico, aunque en este filme parece quedarse un tanto limitado. Lo mismo sucede visualmente, salvo por una secuencia de pelea en medio de pantallas. Lo más flojo es su conflicto central, un tanto predecible, con un villano que tiene un motor tan familiar para cualquier principiante del mundo de los cómics. Resta entonces enfocarnos al rasgo cotidiano: la visión adulta del filme. Temas como la Ley versus la ética, el poder insidioso de los mass media y los roles de género son los que abren cancha al enfrentamiento entre buenos y villanos, siendo este último el más estimulante. En esta nueva entrega de Brad Bird no solo vemos al macho alfa aprendiendo a corregir el concepto que entiende por masculinidad, sino que además vemos a la ama de casa cercenando ese cordón umbilical que la limitada. Es decir, vemos a los géneros dialogando, intercambiando roles y entendiendo que ninguno es exclusivo en uno u otro.

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