jueves, 2 de agosto de 2018

22 Festival de Lima: Pájaros de verano (Competencia Ficción)

Así como en El abrazo de la serpiente (2015), en esta nueva película de Ciro Guerra, codirigida con Cristina Gallego, hay evidencia de un choque entre una cultura autóctona y una foránea. En la trama, Rapayet (José Acosta) decide esposar a una mujer perteneciente a su clan; los Wayúu. El pago de la dote correspondiente que hará el hombre será el punto inicial de su relación con el negocio del tráfico de marihuana. Pájaros de verano (2018) acontece entre finales de los 60 y los 80; época en que dos familias sumaron su poder económico, y en el tránsito se fueron corrompiendo. Guerra y Gallego relatan una historia conocida, de acontecimientos y tópicos predecibles; sin embargo, no deja de generar estima el modo en que se condensa esa larga temporada, además de exponerse la riqueza del imaginario cultural de la etnia oriunda de La Guajira.
Lo mejor de Pájaros de verano son las abruptas elipsis que definen con claridad la intención primordial de sus autores. Es a través del paso temporal de intervalos medianos que se percibe una transformación radical en los conceptos de sus protagonistas. La película atestigua cómo las tradiciones wayúu, tan opuestas a las rutinas propias del oficio ilícito en cuestión, se van ajustando a una nueva realidad. Los que en principio se presentaban como miembros honorables del clan, al tiempo se convertirán en cómplices o hasta autores intelectuales de lo que era inexistente en la comunidad. El filme de Ciro Guerra y Cristina Gallego, más allá de hacer un retrato sobre la bonanza y decadencia de una sociedad de narcotraficantes, reproducen un relato sobre representantes de una cultura depravándose, y la cultura misma (una asamblea, aves simbólicas), incorruptible, cuestionando a los que faltaron a los valores tradicionales.

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