Un logrado western desde el terreno australiano. De
Warwick Thornton hay que verse Samson y
Delilah (2009), un extraño romance entre dos aborígenes de dicha nación que
provoca la comedia involuntaria y un drama contenido. Sweet country (2017) muy poco se relaciona a esa ópera prima. Aquí
también los protagonistas principales son aborígenes, y de igual forma se
detecta un humor inconsciente, y es que hay algo de especial y excéntrico en la
naturaleza de los personajes de Thornton. Si se comparan los comportamientos
entre los nativos de su Samson y Delilah,
orientado en un tiempo presente, y los de su última película, representado a puertas
de la década del 30, veremos que a pesar de la lejanía del tiempo los aborígenes
parecen haber preservado un comportamiento calmo y parco. Pueda que en la
primera película eso responda al consumo de drogas, tema importante en esa
historia, pero en Sweet country las
razones de esa conducta parecen responder a un síntoma social.
Thornton narra la
historia de un incidente. Sam (Hamilton Morris) es acusado de la muerte de un
blanco. Su condición de indígena lo obligará a escapar del lugar que lo acogió.
El panorama que se descubre en esa Australia es el mismo al del Viejo Oeste del
siglo XIX o el racismo hasta antes de los Derechos Civiles en terreno
estadounidense. La relación entre el blanco y el aborigen, por muy benefactor
que sea –a propósito del trato de un predicador hacia su fiel ayudante–, es el de
amo y esclavo. No es de extrañar por eso que el director para el final de su
historia se incline a subrayar esa brecha que divide con agresividad a esas dos
naturalezas que comparten un mismo contexto. Es el fragmento menos logrado del
filme. No precisamente por su cuota aleccionadora, la moral y la redención aquí
son primordiales, sino tal vez por el alargue y el descenso de la catarsis
provocada hasta antes de eso.
En mayor proporción Sweet country es el trayecto del western. El paso de la tranquilidad a la
ofensa que desemboca en una revancha y desata una cacería sin clemencia. La
vida de Sam y los suyos es apacible hasta la llegada de Harry March (Ewen
Leslie), un blanco que desde principio se perfila a ser la mala semilla del desierto.
Al estilo de Howard Hawks o John Ford, la expedición toma partido en medio de
un paisaje que luce inmenso y acotado a la vez. A los neófitos aventureros
están los sabuesos del desierto. Claro que eso no asegura la caza a la presa,
pues el desierto reserva sus propias trampas, desde los más insignificantes
hasta los que vienen a tropel. La misma obstinación o la actitud rebelde contra
el territorio desconocido es también otra desventaja. El personaje del sheriff
Fletcher (Bryan Brown) es un ejemplo. Sweet
country con sutileza va creando marcas de las fronteras que se ha delimitado
esa sociedad. Todos los personajes de la historia buscan un reclamo territorial.
Eso los convierte en sujetos sin tierra, se sienten no correspondientes al lugar
en donde se encuentran. A todo acto de violencia, una carencia y un drama se
descubren.
Thornton trabaja sin
apuro un estado de tensión, y en paralelo nos dispone un lado trágico que ha
dividido a la nación en clanes. Sucede que esto no se reduce a la separación
entre blancos y aborígenes. La sola contemplación a los naturales nos evidencia
existe una escala de servilismo o antagonismo hacia los blancos. Los hay
sumisos y rebeldes, e incluso los dispuestos a alienarse. La comunidad nativa contiene
por sí sola sus fronteras. Lo cierto es que a esta visión antropológica, el
solo western hace de Sweet country una película memorable. Warwick
Thornton crea una historia en donde un prófugo está a la deriva, y su
obstinación responde a otro carácter fuerte. El director no crea ningún
personaje a medias. Se podría decir que de los secundarios terminan siendo más
complejos de lo que parecían. La atractiva forma para predecir o recrear el flashback mediante una edición invasiva,
por ejemplo, nos pone al tanto del doloroso drama del villano March. Están
también los logrados planos generales que atrapan ese carácter ambiguo que
responde a protagonistas como el sheriff, demente pero con un lado frágil, el mismo
que descubrió su redención en esa formidable escena en un desierto escarchado,
momento surreal, momento de epifanía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario