Si en Adiós al lenguaje (2014) el libro y la
imagen –la digital– se encontraban en el mismo terreno, cada uno reconociendo
su lugar dentro del nuevo orden, tanto en lo cotidiano como ante la reflexión estética,
en El libro de imagen (2018) el libro
o texto se reduce a la palabra. Lo que sucede con esta es lo que sucede con el
libro. La imagen digital ha sacado la ventaja, es expresión fundamental en la
actualidad, lo que le ha otorgado de paso una mira monopolista. Son tiempos en
que la palabra o el discurso se han devaluado. Jean-Luc Godard en su nuevo
filme afila su lección impartida desde Film
socialisme (2010), en donde, literalmente, anula a la palabra. En su
reciente película experimental las traducciones hacen falta, las palabras están
extraviadas, algunas incluso están a la deriva o no concuerdan con la voz en off, sin embargo, los fotogramas siguen
reproduciéndose, extractos de filmes de ayer y hoy, de muchas lenguajes y partes
del mundo, que no dejan de estimular, de fabricar un sentido propio. La imagen parece
no disponer de la palabra.
Salvo por el escenario
en donde vemos al Godard político, en su narración sobre un África “imaginada”,
pocos son los momentos en que el discurso de la palabra asume un sentido
trascendental a partir de su semántica. El sentido primordial de esta surge
sobre todo a propósito de su ausencia. La pérdida de su significado de pronto
no es tan calamitoso dentro de un universo en donde lo digital ha extendido
nuevas formas y deformaciones de la imagen. En El libro de imagen contemplamos pues al cine, la expresión más
radical de la imagen, siendo aún más radical. Observamos muchos fragmentos
fílmicos en su naturaleza original, pero la mayoría siendo expuestos a la
modificación exploratoria de lo digital: el cambio de su ratio, la alteración de sus colores y el sonido que va y viene. Deja
de ser para convertirse en otro. Mucho se puede cuestionar esta naturaleza,
siendo lo digital filtro de perversión que deshace lo canónico, pero ante
desventajas, Jean-Luc Godard ve posibilidades. Qué es sino su comparativo entre
una pintura y un mar en movimiento que alcanzó también una vistosidad cromática.
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