viernes, 14 de diciembre de 2018

Roma

Se estrena de forma limitada en pantalla grande Roma, de Alfonso Cuarón. Pueden verla en el Centro Cultural de la PUCP, o también en Netflix. Su visión en sala de cine es recomendada.

Y tu mamá también (2001) no solo era el retrato de una amistad, es también un retrato social. Alfonso Cuarón es un director que no se conforma con el desarrollo de un “primer plano”. Su película es además un panorama a la realidad social del México de entonces, un trasfondo cotidiano que sus protagonistas ven, más no le prestan interés. Importante que la historia se construya a partir de la road movie. Los desplazamientos que exige este tópico obliga a los personajes a un turismo de ruta, permitiendo así un registro del aquí y del allá. México no solo es la capital, sino también sus alrededores, espacios en donde los conflictos son distintos y tal vez más alarmantes. En efecto, pueda que Y tu mamá también sea un filme de logros eróticos, pero no se niega que la educación sexual de estos adolescentes sea también un reflejo de su educación sentimental, y a su vez de su educación social. Cuarón relata la historia de los futuros adultos mexicanos, y, por muy erótico, su visión no es del todo romántica. Mucho de esto se refleja en Roma (2018).
Ciudad de México, 1970. La historia se fija en Cleo (Yalitza Aparicio), una joven sirvienta, y la familia de clase media a quien atiende. Es ante todo el retrato íntimo de estos personajes. Sus rutinas se mezclan con acontecimientos cruciales en la vida de estos. Es una historia amor, de desamor, conflictos domésticos, temporadas de frustración, de abandono, pero también de recuperación. Es el “primer plano”, la imagen romántica, la realidad personal o burbuja social, que no deja de ser cautivadora por sus gestos de humanidad, muchos manifiestos con sobriedad, lo que le otorga un perfil sincero, lleno de franqueza y sin adornos. Cuarón tiene sensibilidad para provocar emociones sin caer en lo aparatoso. A partir de un inocente juego, por ejemplo, puede definir el lazo emocional que existe entre Cleo y el más pequeño de los niños. No está demás subrayar que el director mexicano no deja de mantener en equilibrio las emociones dentro de esta pequeña sociedad. Así como hay momentos de júbilo, el drama toca a la familia. Hasta el entorno más romántico tiene sus instantes reales.

Pero lo mejor de Roma no es su primer plano o retrato íntimo, sino lo que está “atrás”. Así como en Y tu mamá también, los protagonistas se desplazan por delante de un nutrido trasfondo que parece ser una realidad alterna. Cuarón, así como en su historia sobre adolescentes en plena ebullición sexual, retrata a personajes que son indicadores de una sociedad que luce desprendida de su realidad social. Tal vez por las circunstancias o por la misma escala social a la que pertenecen, los protagonistas de su última película parecen no tener conciencia de los acontecimientos de la coyuntura nacional. Desde la tragedia del “Halconazo” hasta la gran brecha social que divide a México –algo que por momentos es imperceptible en el círculo familiar protagónico–, no se cuestionan dentro de lo íntimo, y si se comenta algo es a modo de cotilleo. Lo que sucede fuera de la casa no alcanza o perjudica a los miembros de esta familia, y eso incluye a Cleo, quien, por ejemplo, no se inmuta para cuando tiene noticias de su familia biológica. La sirvienta posee su propio lugar dentro de ese círculo social, por tanto, forma parte de este y en cierta medida ha roto vínculos con su origen.
Es de estimar además el deseo de Cuarón por querer englobar diversos rasgos, incidencias, actores –generacionales– y comportamientos que manifestaba por entonces México. Todo eso hoy contemplado como un síntoma. Y es que lo que sucedió en los 70 es lo que sucede en la actualidad, solo que en un mayor rango. En Roma vemos a un niño contando en la hora del almuerzo la muerte de un policía a pleno día, marchas estudiantiles reprimidas por mercenarios, la expropiación de tierras, el uso de armas asimilado como un juego, el machismo, la relación de amor y odio hacia EEUU, la divergencia entre la capital y los otros espacios de la nación, que a veces se repelen y otras veces se atraen. A propósito de esto, una escena de la película coincide con otra de Tarde para morir joven (2018), de Dominga Sotomayor. De pronto eventos naturales que, aunque de manera provisional, generan hermandad. Vale de paso mencionar que la película chilena también construye el retrato social de una época a partir de un círculo íntimo. Alfonso Cuarón, sin embargo, reconstruye la época con ambición, asistiendo, por ejemplo, a matinés o espacios públicos. Sutil el contraste de niños jugando a caminar en la Luna, uno en un caserío, otro en el campo. Roma además posee una estética lograda. Lástima que el director tenga como talón de Aquiles los remates. Sucede también en Hijos del hombre (2006) y en Gravedad (2013). Muy literal, uno de los pocos instantes en que peca de dramatismo.

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