Se estrena de forma limitada en pantalla grande Roma, de Alfonso Cuarón. Pueden verla en el Centro Cultural de la PUCP, o también en Netflix. Su visión en sala de cine es recomendada.
Y tu mamá también (2001) no solo era el retrato de una amistad, es también un
retrato social. Alfonso Cuarón es un director que no se conforma con el
desarrollo de un “primer plano”. Su película es además un panorama a la
realidad social del México de entonces, un trasfondo cotidiano que sus
protagonistas ven, más no le prestan interés. Importante que la historia se
construya a partir de la road movie. Los
desplazamientos que exige este tópico obliga a los personajes a un turismo de
ruta, permitiendo así un registro del aquí y del allá. México no solo es la
capital, sino también sus alrededores, espacios en donde los conflictos son
distintos y tal vez más alarmantes. En efecto, pueda que Y tu mamá también sea un filme de logros eróticos, pero no se niega
que la educación sexual de estos adolescentes sea también un reflejo de su
educación sentimental, y a su vez de su educación social. Cuarón relata la
historia de los futuros adultos mexicanos, y, por muy erótico, su visión no es del
todo romántica. Mucho de esto se refleja en Roma
(2018).
Ciudad de México,
1970. La historia se fija en Cleo (Yalitza Aparicio), una joven sirvienta, y la
familia de clase media a quien atiende. Es ante todo el retrato íntimo de estos
personajes. Sus rutinas se mezclan con acontecimientos cruciales en la vida de
estos. Es una historia amor, de desamor, conflictos domésticos, temporadas de
frustración, de abandono, pero también de recuperación. Es el “primer plano”,
la imagen romántica, la realidad personal o burbuja social, que no deja de ser
cautivadora por sus gestos de humanidad, muchos manifiestos con sobriedad, lo
que le otorga un perfil sincero, lleno de franqueza y sin adornos. Cuarón tiene
sensibilidad para provocar emociones sin caer en lo aparatoso. A partir de un
inocente juego, por ejemplo, puede definir el lazo emocional que existe entre
Cleo y el más pequeño de los niños. No está demás subrayar que el director
mexicano no deja de mantener en equilibrio las emociones dentro de esta pequeña
sociedad. Así como hay momentos de júbilo, el drama toca a la familia. Hasta el
entorno más romántico tiene sus instantes reales.
Pero lo mejor de Roma no es su primer plano o retrato
íntimo, sino lo que está “atrás”. Así como en Y tu mamá también, los protagonistas se desplazan por delante de un
nutrido trasfondo que parece ser una realidad alterna. Cuarón, así como en su
historia sobre adolescentes en plena ebullición sexual, retrata a personajes
que son indicadores de una sociedad que luce desprendida de su realidad social.
Tal vez por las circunstancias o por la misma escala social a la que
pertenecen, los protagonistas de su última película parecen no tener conciencia
de los acontecimientos de la coyuntura nacional. Desde la tragedia del “Halconazo”
hasta la gran brecha social que divide a México –algo que por momentos es
imperceptible en el círculo familiar protagónico–, no se cuestionan dentro de
lo íntimo, y si se comenta algo es a modo de cotilleo. Lo que sucede fuera de
la casa no alcanza o perjudica a los miembros de esta familia, y eso incluye a
Cleo, quien, por ejemplo, no se inmuta para cuando tiene noticias de su familia
biológica. La sirvienta posee su propio lugar dentro de ese círculo social, por
tanto, forma parte de este y en cierta medida ha roto vínculos con su origen.
Es de estimar además
el deseo de Cuarón por querer englobar diversos rasgos, incidencias, actores –generacionales–
y comportamientos que manifestaba por entonces México. Todo eso hoy contemplado
como un síntoma. Y es que lo que sucedió en los 70 es lo que sucede en la
actualidad, solo que en un mayor rango. En Roma
vemos a un niño contando en la hora del almuerzo la muerte de un policía a
pleno día, marchas estudiantiles reprimidas por mercenarios, la expropiación de
tierras, el uso de armas asimilado como un juego, el machismo, la relación de
amor y odio hacia EEUU, la divergencia entre la capital y los otros espacios de
la nación, que a veces se repelen y otras veces se atraen. A propósito de esto,
una escena de la película coincide con otra de Tarde para morir joven (2018), de Dominga Sotomayor. De pronto eventos
naturales que, aunque de manera provisional, generan hermandad. Vale de paso
mencionar que la película chilena también construye el retrato social de una
época a partir de un círculo íntimo. Alfonso Cuarón, sin embargo, reconstruye la
época con ambición, asistiendo, por ejemplo, a matinés o espacios públicos. Sutil
el contraste de niños jugando a caminar en la Luna, uno en un caserío, otro en
el campo. Roma además posee una
estética lograda. Lástima que el director tenga como talón de Aquiles los
remates. Sucede también en Hijos del
hombre (2006) y en Gravedad
(2013). Muy literal, uno de los pocos instantes en que peca de dramatismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario