lunes, 24 de octubre de 2022

Halloween Ends

En buen momento llega Halloween Ends (2022), justo cuando estamos en plena avalancha de los Dahmer’s lovers. Lo más perturbador del cierre de la trilogía de David Gordon Green no son los asesinos seriales, sino ver cómo una joven generación tiene las aptitudes de un asesino en serie. Tiempos aquellos el de la década de los 70 y 80 en donde los menores tenían pesadillas con el boogeyman. Ahora más bien son ellos los que parecen ser la reencarnación del mal. Tal como lo muestra esta historia, el pandillaje juvenil no es el principio de la depravación. Esta inicia incluso desde el espacio doméstico aparentemente abstemio de las dolencias postraumáticas provocas por al desempleo, los vicios la violencia y todo eso que se dice provocan a los asesinos seriales. ¿Cómo explicar la actitud arisca de un niño que goza de todas las ventajas sociales? Lo importante de la última entrega de la franquicia de Michael Myers es que piensa más allá de los clichés del terror. Si bien tenemos a dos formas de asesinos seriales tradicionales en el género de terror, se perfila otro que anda en pañales, en plena cosecha. Este tipo de engendro está madurando a la vista de todos. Gordon Green parece decir que la familia típica estadounidense tiene por primogénito a un demente en potencia. Pero claro, su forma, no fantasmal, liberada de prejuicios, lo salva del paredón.

Punto aparte. Pueda que sea patética la escena en donde vemos a estos dos monstruos tradicionales luchando. Vamos; hasta el mal envejece y se le acalambra las piernas. Pero ese no es el asunto. Este es un capítulo —y la escena patética en cuestión la alegoriza— en donde el mal está a punto de reencarnar; no de morir. Es la pugna por el trono, fase del ciclo renovable del mal. Porque la muerte del mal en el cine de terror es una ilusión. El mal no solo no muere, sino que además siempre gana. El sobrevivir para las final girls nunca será signo de triunfo. En tanto, la misión del mal no es no dejar morir a su huésped, sino que ese agente genere el mayor daño posible mientras esté vivo. Así hasta que aparezca otro huésped para reactivar los planes del mal. Entonces, decía, resulta decepcionante para muchos esa escena en donde ven cómo su héroe-villano cede a la agresividad de su sucesor, un neófito asesino. Pienso entonces en una generación no tan joven dedicada —y ahora decepcionada— a hacerle culto al mal desde hace décadas. ¿Es que acaso siempre estuvimos expuestos a los serial killer’s lovers? Pueda que sí. Pero volviendo a los Dahmer’s lovers, resulta intimidante cuando al que se le hace el culto es un personaje real y no ficticio.
Halloweend Ends, así como en su anterior película, se valora a causa del mensaje social que se suscita en medio de la masacre. En Halloween Kills (2021), los residentes de Haddonfield decidieron tomar justicia por sus propias manos y se pusieron muy locos. La paranoia colectiva se apoderó en esa ficción. Mientras tanto en la realidad, un grupo de ultraderechistas logró asaltar el Capitolio luego de un discurso insidioso de Donald Trump. Pasa en la ficción, pasa en la vida real. David Gordon Green, en Halloween (2018), primera parte de su trilogía, también aprovechó la ficción para sacar a flote el empoderamiento femenino contemplado como una tradición que se hereda en un escenario en donde cierta masculinidad insegura se empecina por reducir a las que luchan por frenar el feminicidio. Las final girls vistas como las estigmatizadas. Esta idea, ciertamente, se repite en Halloween Ends, pero por encima vemos cómo una sociedad, una vez más, es cómplice del caos, la insanidad mental, machaca aún más a una (de)generación vulnerable, los empuja a ser los villanos que ellos están seguros son por el solo hecho de que los identifican como sujetos marginales, mientras que siguen mimando o haciéndole culto a una (de)generación privilegiada.

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