En la estupenda Teatro de guerra (2018), de Lola Arias, se ponía a interactuar a antiguos enemigos de la Guerra de las Malvinas con el fin de depurar sus viejos traumas y de paso erradicar resentimientos. Para ello, los veteranos tendrán que representar sus recuerdos, desde los más memorables hasta los más tortuosos. En tanto, el ficcionalizar o poner en escena esas vivencias era equivalente a una terapia colectiva, una ejecución necesaria para poder reflexionar y sanar entorno a los efectos de ese terrible acontecimiento que seguía formando parte de su cotidiano. Reas (2024), nuevo documental de la directora argentina, es un equivalente a su anterior película solo que aquí sus protagonistas son ex convictas. Una vez más, Arias convocará a un grupo de personas para que representen los recuerdos que concibieron dentro de un entorno hostil. Al igual que otras películas que se inspiran en testimonios carcelarios, tales como Into the Abyss (2011) o Las ranas (2020), Reas no se dispone a cuestionar los antecedentes de sus personajes. Su ruta será el de hurgar el lado humano de sus integrantes, ello partiendo desde sus dramas personales, pero siempre pensando en los que experimentaron para cuando estuvieron dentro del claustro. Si bien estamos ante mujeres que cumplieron condena, Arias no se interesa en conocer sus situaciones actuales. Su iniciativa se compromete en hacer revivir los recuerdos en tiempo de cárcel para reparar las fracturas emocionales que suscitaron durante esa temporada.
domingo, 18 de febrero de 2024
74 Berlinale: Reas (Forum)
Ahora,
al igual que en Teatro de guerra, este reciclaje de la memoria no
margina aquellos momentos jubilosos que acontecieron en ese transcurso. Por muy
doloroso que haya sido una guerra o un encarcelamiento, estos y otros
escenarios dramáticos siempre reservarán instantes humanos, actos de
solidaridad, rastros de esperanza, así como sueños que se inflaban en época de
incertidumbre. Es a propósito de esa última característica que Reas se
dispone a ser una terapia sostenida por un código del cine clásico. Sucede que
la dramatización de los recuerdos de estas ex reclusas está intercalado por
secuencias de canto y baile. Es decir, las mujeres se sirven del género musical
como ingrediente de sanación o depuración de sus antiguos temores. Eso nos
remonta a lo que fue el sentido del musical y su creciente ola de producciones
a principio de la década del 30 en Hollywood. Fue consecuencia del Crack del 29
que el cine, esencialmente desde el impulso del cine musical, se convirtió en
ventana alentadora para una sociedad descompuesta en muchos sentidos. El canto
y el baile fueron recursos para empoderar el optimismo y echar a andar la
imaginación o expectativas sociales. Esto es lo que sucede con este grupo de
mujeres, quienes además de confesar su pasado, usan a la música como medio para
fundar un puente de cara al futuro, una realidad contraria a lo que vivieron dentro
de los muros. He ahí qué tan simbólico resulta ese último plano cenital que
manifiesta un claro contraste entre la frontera del escenario ficcional y el real.
No hay comentarios:
Publicar un comentario