He aquí una película muy compleja, a propósito de las distintas referencias y situaciones que aluden a su título o interrogante. Esta es la historia de una familia tunecina en un escenario rural. El relato inicia con la celebración de una festividad comunitaria. En medio del júbilo colectivo, una madre sufre al enterarse que sus dos hijos mayores han marchado a un lugar que equivale a una condena física y moral. Es el tránsito del gozo a la consternación. A vista general, Who Do I Belong To (2024), ópera prima de Meryam Joobeur, representa el testimonio de una familia fracturada por los efectos de una guerra ideológica. Este es el caso de jóvenes persuadidos por un conflicto orientado por el fundamentalismo extremo y violento, lo que genera consecuencias que alcanzan a su círculo más íntimo. En principio, Joobeur se propone a realizar un drama en donde el vínculo familiar se pone a prueba. Vemos así a un padre y una madre lidiando ante esa realidad que les ha arrebatado a sus hijos y, en tanto, ambos reaccionarán de manera distinta. Ahora, lo importante aquí es entender que no existe una buena o mala reacción. Por un lado, es una manera de diversificar una muestra de amor, un sentimiento que no siempre se canalizará de forma romántica. Por otro lado, es un método para describir un comportamiento social. Es decir, este espacio rural reconocido como un contenedor de los complejos de una nación o cultura.
jueves, 22 de febrero de 2024
74 Berlinale: Who Do I Belong To (Competition)
Dicho
esto, la pregunta de “a quién pertenezco” se va activando. Padre y madre
reconocen a un hijo pródigo de manera distinta. ¿Es que acaso sigue
perteneciendo a su clan?; tal vez es una pregunta que se hace el padre luego de
que uno de sus muchachos ha regresado. El mutismo de este no ayuda a disipar
sus dudas. Mucha atención, esta es una película con demasiado misterio en el
aire. Entonces, esas dudas incrementan o agrietan la distancia entre el padre y
su hijo. Para el adulto, es como si su primogénito no hubiese retornado; sin
embargo, su instinto de padre no deja de seguir haciendo lo posible para que su
hijo se encuentre a salvo en ese terruño que ajusticia a los que se han unido a
la guerra islámica. Joobeur siembra el dilema de la identidad, tanto la ajena
como la de uno mismo. Siguiendo con la perspectiva del padre, este además pone
en duda su rol de padre. ¿Pertenezco a esta familia que no supe orientar? Una
suerte de autodestierro por parte de este personaje parece evidenciarnos esa
interrogante. Pero hay otra cosa esencial. ¿Qué es lo que motiva al padre a
hacer esos cuestionamientos hacia su hijo o hacia sí mismo? ¿Es acaso su
identidad paternal la que habla o es su identidad social o religiosa? Pues,
capaz sea todo a la vez. Aquí se confunde lo sentimental con lo ideológico.
Meryam
Joobeur parece pensar que el razonamiento o juicio ideológico es indesligable a
lo sentimental. El pensamiento político, cultural o religioso siempre
intervendrá ante cualquier situación por muy personal que sea esta. Frente a
esto, no solo se trata del vínculo familiar puesto a prueba, sino también el
vínculo ideológico. Este nos (des)orienta y es a veces determinante en la toma
de decisiones. Ahora, no solo se trata del padre exponiéndose a ese debate,
sino también la madre, el hijo que regresa y todos los personajes de esta
historia. Todos, de una u otra forma, se sienten persuadidos por sus vínculos
sentimentales, sin embargo, siempre se antepone una voz externa que los llama,
sea en forma de prejuicios sociales, normas públicas o mediante los sueños como
los que experimenta la madre. Por muy fantástico o irreal que sean sus
visiones, este es un mensaje de su subconsciente, o lo que sería la
construcción de su mundo interior bajo sus expectativas, deseos e impulsos que nacieron
de su experiencia con lo real o el escenario plagado de ideologías. La
interrogante de Who Do I Belong To nace de una duda diversa. Vemos a
personajes cuestionando su estado de pertenencia, sea a un espacio, una
familia, una comunidad, una línea ideológica o incluso existencial. Me resulta
dramática la situación de ese hijo que parece extraviado en un limbo mental.
Está entre lo real y lo ficticio, cumpliendo una condena o ya muerto,
sobreviviente o fantasma.
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