Sin relación con Simón del desierto (1965), de Luis Buñuel, aunque hay cierto aire mesiánico en el protagonista del primer largometraje en solitario de Federico Luis Tachella. Simón de la montaña (2024) cuenta la historia de un joven de 21 años que comienza a socializar con personas de su edad. Es lo normal, sin embargo, deja de serlo para cuando se pone al descubierto la brecha en él y ese grupo de nuevos amigos. Entonces deja de ser normal esa relación al menos para los allegados a Simón (Lorenzo Ferro), persona que tal vez no ve el problema o no lo concientiza fruto de su inmadurez. Ciertamente, algo difuso es el pensamiento de este personaje quien finge ser alguien para capaz ser aceptado por esta minoría socialmente apartada. Pueda que Simón se reconozca en estos muchachos, aquellos que mediante su compañía percibe algo terapéutico o un afecto que posiblemente no reconoce en su entorno. Ahora, por muy “igual” que se perciba Simón ante ese grupo de personas con discapacidad intelectual, el protagonista se va dando cuenta de que posee cierta ventaja respecto a ellos. Surge así una interrogante: ¿usará ese talento para beneficio propio o para una causa humana? Simón de la montaña, en cierta perspectiva, se cruza con el dilema de todo superhéroe: usar su superpoder para hacer el mal o el bien. Y si le damos más vueltas al asunto, todo superhéroe es poseedor de un don mesiánico.
miércoles, 15 de mayo de 2024
Cannes 2024: Simón de la montaña (Semaine de la Critique)
Esta
es la historia del hombre que encontró a un rebaño perdido en medio del
desierto y los condujo a la salvación. En efecto, Simón, en cierta manera,
asume un rol mesiánico para sus amigos, a quienes ve como sus iguales, no los
discrimina y no se aprovecha de ellos. Obviamente, desde la otra orilla, se cuestionan
esas características. ¿Estamos acaso ante un infractor de la moral? Pienso en la
mala interpretación bíblica de muchos, a propósito del pasaje en que se cuenta
la vez en que Jesús de Nazaret defendió a María Magdalena. Similares juicios
comienzan a recaer en los actos de Simón. La relación con sus amigos será malinterpretada.
He ahí el detonante de esta película. Los actos de Simón no son reconocidos
como normales. Su moral se pone en tela de juicio. Esto traerá consecuencias.
El protagonista evacuará su frustración de una manera impredecible y que
incluso pondría esta vez en cuestionamiento su sanidad mental. Pienso ahora en
otro pasaje bíblico, la vez en que el nazareno echó a los mercaderes de la
iglesia. “El tipo está loco”; habrá dicho el ciudadano promedio de ese
contexto. Es la reacción más violenta que expresará Jesús durante toda su
intervención en la Biblia. Ello contrasta plenamente con su mensaje y personalidad
humanitaria. Simón atraviesa una catarsis o exaltación similar. ¿Acaso este
joven siempre estuvo loco?
Replanteemos
el argumento. Simón de la montaña cuenta la historia de una alienación.
Un hombre decide ser otro. ¿Es bueno o malo asumir una identidad ajena? El
apropiarse de una identidad implica pues divorciarte de tu identidad original.
¿Por qué hacer eso? Desencanto, crítica a la naturaleza de esa identidad que te
tocó vivir. Pero puede ser también a causa de un embelesamiento hacia una fantasía
ajena, un capricho fruto de la superficialidad, una reacción o huida de los
complejos o conflictos internos. Así como Jesús de Nazaret, Simón se presta
para una imagen difusa. Su comportamiento puede ser bienvenido o cuestionado
desde dónde se le mire. Esto me hace pensar en un video viral algo reciente:
Kieran Culkin reacciona a las declaraciones de Julie Delphy. “A veces desearía
ser afroamericana”; dijo la actriz francesa reaccionando a las circunstancias
en que fue cuestionada por su propia comunidad ―la caucásica― luego de arremeter
contra el racismo hacia los afroamericanos. A veces no es la orientación de la
idea, sino cómo o desde dónde se interpreta esta. La película de Federico Luis
Tachella me resulta muy interesante si se la pone a dialogar con otros
escenarios sobre identidades que se vienen empoderando o están siendo
revaloradas, pero no dejan de manifestar sus fugas u obstrucciones, ello
producto de una larga tradición de prejuicios que por años se asociaron a las
comunidades en cuestión. El avance es evidente, pero las brechas todavía
existen.
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