La problemática del migrante se conecta con la crítica al colonialismo en este drama orientado por lo místico. Aleksei (Franz Rogowski) arriba ilegalmente a Francia, trayecto que asumirá para alistarse en la Legión Extranjera francesa y así ganarse un pasaporte francés. Jomo (Morr N’Diaye) es un líder guerrillero del Níger que lucha contra las compañías petroleras que empobrecen a su país. Disco Boy (2023) es la historia de dos vidas que, a pesar de abrazar una similar fantasía, siguen derroteros distintos. Tanto la migración como la lucha contra el colonialismo desembocan en la búsqueda de la independencia del individuo que la ejerce. Definitivamente, Aleksei ha decidido que esa la obtendrá por medio de la carrera militar, oficio que te entrena mediante la violencia física y mental, y te obliga a ser parte de una ofensiva contra un país subdesarrollado como Níger. En tanto, Jomo, en medio de la selva, responde qué hubiera sido de él de haber nacido en un país libre: “Sería bailarín”. En otras palabras, de tener la alternativa, Jomo asumiría su cuerpo como única arma para expresar su libertad. El baile entendido como un acto de liberación, expresado desde lo físico como lo espiritual. ¿Por qué no podría hacer eso Aleksei? El director Giacomo Abbruzzese nos adentra en este relato lleno de misterio, en donde el joven migrante aprenderá a reconocer su libertad desde la mirada de aquel hombre que se vio obligado a tomar las armas porque no supuso alguna otra salida en medio de sus circunstancias.
martes, 4 de junio de 2024
XV Festival Al Este: Disco Boy (Competencia Primera Línea)
Ante
todo, Disco Boy es una película que polariza los escenarios en cuestión.
Si bien la rutina del legionario y la del guerrillero son agresivas, una es
profundamente insidiosa, mientras que la otra no frustra las expectativas
románticas. Las prácticas de Aleksei como parte del entrenamiento legionario me
recuerdan a ciertas secuencias de Beau travail (1999), de Claire Denis. El
legionario no solo es adiestrado de manera extenuante a sobrevivir y destruir,
sino también a odiar a un enemigo. En tanto, Jomo y los suyos fuerzan un rol tosco
con el fin de no ser subestimados ante sus enemigos, pues cuando este no los
mira comienzan a bromear o a soñar con el pacifismo. Es a raíz de esto que
surge ese lado mágico de la película. Entonces me acuerdo de la argentina Jesús
Lopez (2021). Ahí el director Maximiliano Schonfeld nos cuenta la historia
de una transfiguración. Un hombre siente una gran admiración por otro. Eso será
suficiente para que el protagonista se convierte en una especie de “huésped”.
De pronto, su cuerpo será un canal para que un sujeto digno de veneración pueda
reencarnar, saldar sus cuentas o incluso pueda ayudar a construir la identidad
de su anfitrión. Esta relación se remeda en las vidas de Aleksei y Jomo. Pero
hay algo adicional. Si bien Jomo tiene algo que Aleksei precisa para reorientar
sus roles o reconstruir su identidad, Aleksei goza de esa realidad que no le
tocó vivir a Jomo y, por tanto, le privó de esa fantasía que imaginó un día. Disco
Boy es una película sobre dos personas encontrándose y ayudándose
mutuamente a alcanzar su independencia o libertad, tanto física como espiritual.
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