Al igual que en Un método peligroso (2011), la ópera
prima de Alice Winocour evoca el testimonio de un tratamiento clínico. Augustine (2012) representa la relación
de médico-paciente adaptada a una reminiscencia en principio sombría y luego
melodramática. En el filme de David Cronenberg se podría decir que pasa lo
mismo, solo que lo sombrío es más bien visceral, esto de comienzo a fin. Ahora,
en referencia a ambas perspectivas respecto a sus contextos, se podría entender
una cierta lógica correspondiente a dichas miradas. Augustine temporalmente sucede en el siglo XIX. La psicología por
entonces recién comienza a entender los principios de la histeria, y esto
mediante los estudios neurológicos de Jean-Martin Charcot. La ciencia y,
sobretodo, la sociedad aún es escéptica. El fantasma de las posesiones y la
brujería aún se están disipando, muy a pesar –tal como lo afirmaría Michael
Foucault–, el conservadurismo Victoriano aún sigue latente. La liberación de la
sexualidad femenina como tabú; el que se manifieste este síntoma ya era motivo de
restricción y, posteriormente, cuestionamiento médico desde el “poder
falocentrista”. De ahí la lectura sombría, entendido también como una
temporalidad aún sórdida y oscura de la historia clínica.
Respecto a la
contextualidad de Un método peligroso,
el psicoanálisis por entonces ya marca un ingreso a la etapa moderna de la
psicología. El tabú se venía librando de sus cadenas. Era tiempo de la
liberación. La sexualidad femenina como punto de interés y de estudio
desmedido, intenso o visceral, tal como lo observaría Sigmund Freud como el
mismo Carl Jung. He ahí las premisas que distancia a ambas películas. Mientras
el personaje principal de Un método
peligroso libera sus deseos sexuales, el protagonista de Augustine los reprime. Son las tácticas
o reacciones de dos épocas distintas, aunque vecinas. Charcot (Vincent Lindon)
no solo reconoce a la mozuela Augustine (Soko) como un mero paciente más, sino
también como su útil de estudio, uno que por cierto es perfecto y que responde
de manera adecuada a sus notas clínicas. Augustine es la credibilidad médica
(masculina, o fálica) que precisaba Charcot para institucionalizar su
hipótesis: la histeria como afección neurológica. Ya luego sucede lo que se
veía inevitable. El objeto de estudio convertido en “objeto del deseo”. Más
allá del comportamiento ético, Charcot se resiste a entablar “algo” con la
rebeldía sexual de Augustine motivado por sus prejuicios sociales. La joven cantante
y actriz Soko realiza una lograda interpretación; una que gime, se retuerce y
se toca en medio de convulsiones orgásmicas; comportamiento muy adelantado a la
época del neurólogo.
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