lunes, 11 de agosto de 2014

18 Festival de Lima: El lugar del hijo (Sección Oficial Ficción)

Desde que Ariel Cruz (Felipe Dieste) vistió la casaca de cuero de su fallecido padre, él ha comenzado a heredar todas las del progenitor. El lugar del hijo (2013), de Manuel Nieto Zas, es la historia sobre una herencia impuesta y la memoria a un padre. Es la trama sobre un estudiante militante de Montevideo que de pronto tendrá que lidiar con una serie de conflictos desatados en la localidad de Salto, lugar que no ha visitado desde hace mucho y que por cierto lo recibirá con hostilidad. Nieto Zas emprende la trama del forastero, en principio bien acogido, pero que luego víctima de ciertos malestares cada vez más complicados. En su camino hará enemigos y uno que otro amigo. Ariel hace las de un cowboy pasivo, aquel que solo tiene como finalidad poner en orden aquello que su difunto padre padeció. Es así como Ariel cobijará a una amante, cuidará de un perro, se responsabilizará de deudas, arreará, será insultado e intimidado. Es decir, hará todo aquello que su primogénito hizo o habría hecho en vida o habría padecido. Esto incluye además rememorar su glorioso pasado como militante.
Ariel, en medio de una colectividad política fallida, será ejemplo de compromiso ante la causa original. Él hará honor al viejo proletariado, uno que es subestimado por generaciones más jóvenes. Hay una memoria a la paternidad, tanto a su padre real como a sus padres políticos. Esto lo emprenderá incluso poniendo en riesgo su integridad. El lugar del hijo concibe a un héroe sacrificado, uno que por cierto en apariencia parece no tener las facultades, tanto físicas como temperamentales, para solucionar los problemas que le sobrevienen. Este detalle lo enaltece. Lo que Ariel no tiene a primera vista, lo tiene en el temple, convirtiéndolo así en un personaje impredecible, cuestión que también se ve reflejada en la línea argumental de la película. Esto último es tal vez el Talón de Aquiles del filme. Nieto Zas adjunta eventos que se notarían distantes entre sí, si no se toma en cuenta que todo es una conmemoración patriarcal. La dilatación de su argumento, más el aparente desvío de acciones que lo alejan de su motivación inicial, lo hace por momentos tedioso. Cada aventura del joven “llanero” independientemente se dilata. La mejor secuencia: todo lo sucedido durante la geografía western, especialmente cuando el vaquero frustra su posible atentado. Eso hasta el cierre del filme; cuando Ariel trepa el “viejo caballo” de su padre y se despide con estilo. Es momento de abandonar el pueblo.

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