Desde que Ariel Cruz
(Felipe Dieste) vistió la casaca de cuero de su fallecido padre, él ha
comenzado a heredar todas las del progenitor. El lugar del hijo (2013), de Manuel Nieto Zas, es la historia sobre
una herencia impuesta y la memoria a un padre. Es la trama sobre un estudiante
militante de Montevideo que de pronto tendrá que lidiar con una serie de
conflictos desatados en la localidad de Salto, lugar que no ha visitado desde
hace mucho y que por cierto lo recibirá con hostilidad. Nieto Zas emprende la
trama del forastero, en principio bien acogido, pero que luego víctima de
ciertos malestares cada vez más complicados. En su camino hará enemigos y uno
que otro amigo. Ariel hace las de un cowboy pasivo, aquel que solo tiene como
finalidad poner en orden aquello que su difunto padre padeció. Es así como
Ariel cobijará a una amante, cuidará de un perro, se responsabilizará de
deudas, arreará, será insultado e intimidado. Es decir, hará todo aquello que
su primogénito hizo o habría hecho en vida o habría padecido. Esto incluye
además rememorar su glorioso pasado como militante.
Ariel, en medio de una
colectividad política fallida, será ejemplo de compromiso ante la causa
original. Él hará honor al viejo proletariado, uno que es subestimado por
generaciones más jóvenes. Hay una memoria a la paternidad, tanto a su padre
real como a sus padres políticos. Esto lo emprenderá incluso poniendo en riesgo
su integridad. El lugar del hijo
concibe a un héroe sacrificado, uno que por cierto en apariencia parece no
tener las facultades, tanto físicas como temperamentales, para solucionar los
problemas que le sobrevienen. Este detalle lo enaltece. Lo que Ariel no tiene a
primera vista, lo tiene en el temple, convirtiéndolo así en un personaje
impredecible, cuestión que también se ve reflejada en la línea argumental de la
película. Esto último es tal vez el Talón de Aquiles del filme. Nieto Zas
adjunta eventos que se notarían distantes entre sí, si no se toma en cuenta que
todo es una conmemoración patriarcal. La dilatación de su argumento, más el aparente
desvío de acciones que lo alejan de su motivación inicial, lo hace por momentos
tedioso. Cada aventura del joven “llanero” independientemente se dilata. La
mejor secuencia: todo lo sucedido durante la geografía western, especialmente
cuando el vaquero frustra su posible atentado. Eso hasta el cierre del filme; cuando
Ariel trepa el “viejo caballo” de su padre y se despide con estilo. Es momento
de abandonar el pueblo.
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