martes, 26 de enero de 2016

La habitación

La habitación (2015) es lograda en su primera parte. Lástima que esta logra extenderse solo hasta antes de la mitad de la película. Es en este fragmento en que la historia narra el cautiverio de una madre y su hijo, hallando su gran clímax para cuando la primera comienza a reeducar y luego imponer con tensión dictatorial al pequeño, quien se arrepiente de haber cumplido cinco años, edad en que, según la madre, ya está preparado para conocer la “verdad”. El director Lenny Abrahamson hace un vuelco emocional de lo que hasta hacía poco parecía un mundo de fantasía, idea complaciente y optimista que obviamente hace contraste con la cruda realidad de un secuestro. A partir de entonces cualquier rastro de cuentos de hada se habrá extinguido. Bastará un par de días para que Jack (Jacob Tremblay) se enterara que existe un mundo afuera de la “habitación”. Además de su celador y su madre, el niño se enteró que existen más personas en esa llamada verdadera realidad.
La segunda parte de la película es después de la “liberación”, una que si bien libra a los protagonistas del horror del encierro, les trae nuevas consecuencias dramáticas, incluyendo los rezagos postraumáticos, especialmente en la madre. La habitación, a partir de entonces, se torna trivial. El regreso a casa abre paso a las tensiones entre los nuevos personajes que aparecen en la historia. El filme se inclina al drama familiar, a propósito de cómo la madre de Jack tendrá que lidiar en solitario su conflicto interno. Entonces las cosas comienzan a manifestarse en un ritmo acelerado. Un abuelo que toma distancia ante el “problema”, Jack abriéndose al mundo, la madre rozando con todo lo que le rodea, la prensa que hostiga por el amarillismo. De pronto todo parece haber hallado su rehabilitación (o al menos el camino correcto) y ni si quiera se percibe qué tanto ha pasado el tiempo para los personajes. Un punto más a favor, la notable actuación de Jacob Tremblay, quien incluso es más vital que Brie Larson.

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