miércoles, 7 de noviembre de 2018

4 Semana del Cine ULima: Clímax

En Proyecto X (2012) un trío de adolescentes decide organizar una fiesta en el patio de la casa de uno de ellos. La fiesta no solo es un éxito, sino que además rebasa con amplia ventaja sus expectativas. Sin desearlo, este divertido trío ha montado una de las fiestas más salvajes y épicas que haya visto su generación. Baile, música, droga, sexo, violencia; un equilibrio de goces que tiene un buen resultado por el crescendo de la reunión que va de la mano con el pánico del dueño de la casa quien es testigo de cómo las cosas van saliendo de control. Clímax (2018), por su lado, es también una fiesta que sale de control, pero que se impacienta para llegar al clímax y de paso descuida los principios de lo empático hacia sus protagonistas que pasan a ser objetos. Gaspar Noé hace un esquema general del perfil de los invitados, despliega con promesa un montaje bien coreografiado, planos secuencias al ritmo de la música, bailes, breves diálogos, comienza a armar una historia, y al primer descuido la fiesta ya está de cabeza.
Lo del encierro de un colectivo en un espacio acotado sufriendo un estado de descontrol es muy conocido en el cine. Desde El ángel exterminador (1962), una tripulación en una base en la Antártida en La cosa (1982), hasta una fiesta junto a Peter Sellers o Tom Hanks, todas han sabido racionar o contener esa fase de paranoia, locura, placer. Y es que de nada sirve el clímax cuando las previas no están bien dispuestas. O la historia de Noé carece de creatividad para encender la “mecha”, o es que simplemente se pone a merced del ejercicio de la pulsión. Lo que sea, Clímax es precoz. No solo se salta los anticipos necesarios para crear una empatía, sino que además alarga el orgasmo. Esto obviamente cosifica el estado de exaltación, se pierde el encanto, que más que crear emociones genera reacciones. El baile, un escenario que prometía, se pervierte, usado como mero recurso para crear un carnaval al mejor estilo del Medioevo, en donde la contorsión pierde belleza y es solo grotesco. Gaspar Noé hace un show, no una experiencia.

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