Mostrando entradas con la etiqueta 8 Lima Independiente. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta 8 Lima Independiente. Mostrar todas las entradas

jueves, 7 de junio de 2018

8 Lima Independiente: Drvo

Andrei Tarkovski, Béla Tarr y Sharunas Barta parecen reunirse en esta película. La ópera prima de André Gil Mata hace un ejercicio de contemplación; es el cine no basado en acciones, sino en sensaciones. El espacio, el tiempo y los sonidos –el mutismo, el repiqueteo de botellas y el bombardeo– componen el universo sensorial de esta historia en donde no sucede mucho, pero sí sugiere. Drvo (2018) alude a un instante en ruinas. No se sabe a ciencia cierta si es un pasado, presente o, por qué no, un futuro apocalíptico. Una madre y su pequeño hijo, y un anciano y su perro son los únicos individuos dentro del encuadre. Fuera de este, el rumor de una guerra en cumbre nos da a interpretar que los protagonistas de este filme son sobrevivientes de un conflicto. No serán perseguidos, sin embargo, hay indicios de que están inmersos en un estado represivo.
Estos refugiados, vagando entre los estragos, como si no tuviesen en claro su correspondencia terrenal, recuerdan a los personajes de Barta, sometidos, en gran proporción, a largos planos secuencias –uno que otro plano fijo– como en las películas de Tarr. Es el contraste del individuo y la soledad territorial, en estado de miseria, pero extrañamente esplendorosa, lo que nos remonta a Tarkovski. Muy a pesar, la estética de Drvo tiene un límite, pues solo depende de las apariencias de sus locaciones. André Gil Mata no tiene la fuerza artística del ruso o el lituano. De igual forma, sus largas secuencias no planean armar un orquestamiento. Dicho proceso crea una pauta, fija una extensión en el tiempo, mas no sirve para generar una “danza” melancólica. No estoy seguro si el cierre de personajes no generacionales reconociéndose en una misma tragedia compensa la larga y silenciosa ruta que toma Drvo.

miércoles, 6 de junio de 2018

8 Lima Independiente: I tempi felici verranno presto

Alessandro Comodin convoca mitos y fábulas, las desmonta y construye su propia historia. Los tiempos felices vendrán pronto (2016) inicia con la fuga acontecida en un recinto, la cual evoca a alguna eventualidad histórica. Más adelante el tiempo cambiará, y para entonces queda la duda si ahora estamos tratando con algún incidente coetáneo o también pretérito. Comodin hace difusa la temporalidad en la que se establece la acción, a propósito de la convergencia de realidades. Un grupo de personas cita lo que pensamos es una leyenda, pero más adelante esta se ve cristalizada a manera de remembranza. De pronto los receptores de esa oralidad –la de un lobo “cazando” a la hija de un granjero–, en algún momento fueron los protagonistas de esa historia. Es el mito que deja de serlo cuando se manifiesta como algo legítimo.
En Los tiempos felices vendrán pronto lo real y lo mítico se desenvuelven en un mismo ámbito. Como en tiempos medievales, lo fantástico forma parte del cotidiano. Lo cierto es que no estamos tratando con una fantasía tradicional, sino una que ha sido reconfigurada a una visión no romántica. Por ejemplo, vemos a un lobo que no es tradicionalmente un lobo, sino un condenado, un personaje atrapado por el espacio, ahora asignado a cumplir un rol ajeno a su naturaleza. Esa última idea es prácticamente lo que expresa Comodin a lo largo de su filme; retazos orales han extraviado parcialmente su curso original a fin de crearse una nueva ficción. Un subterráneo como el de “Alicia en el país de la maravillas” que no necesariamente te traslada a un mundo surreal, una mujer vestida de rojo que no será devorada por el lobo, son ejemplos de una lectura oral personal.
La película de Comodin es atractiva a propósito de esa libertad de no asistir a una estructura argumental habitual que manifiesta un conflicto y clímax. El director italiano se inspira de las fábulas, pero curiosamente su historia no reconoce reflexión o moraleja al final del camino. Los tiempos felices vendrán pronto es un ejemplo del cine moderno empeñado en estimular a partir del contenido ambiguo, citar una canción de sabor costumbrista y luego una de rock, aludir a un relato familiar que escapa de las expectativas o convenciones, o convergiendo el registro documental –personas completando un relato de alusión folclórica– con el ficcional. Lo mejor es que Alessandro Comodin no tropieza con lo pretensioso. La oralidad que dispone no exige de una lectura puntual. La muerte que trasciende, la sexualidad y el amor se expresan en un sentido universal.

8 Lima Independiente: Good Luck

Ben Russell es un documentalista apasionado por la naturaleza. Sus películas parecen introducirnos a un viaje de aventuras. El hecho es que esa pasión del estadounidense llega a propósito de su interés por sujetos que nos entierran a una rutina propia del lugar, en cierta manera prácticas misteriosas, vírgenes o insólitas. Eso hace del cine de Russell deje de ser un tour y sea más bien una puesta etnográfica. En Good Luck (2017), el director, una vez más, retorna a Surinam a registrar a los buscadores de oro, adicionando a dicho historial un vínculo con el diario de un grupo de mineros en Serbia.
Su película llega a ser una suerte de extensión temática planteada en Deja que cada uno vaya donde deba (2009), en referencia a una práctica laboral que es herencia directa del esclavismo. Los buscadores de piedras preciosas, de aquí o allá, se ven sometidos a condiciones infrahumanas, muchos de ambiciones limitadas. A las rutinas físicas, se intercalan breves declaraciones. Las expectativas de los recolectores están fijas, siempre viéndose en el mismo espacio. Good Luck es un retrato sobre la resignación asimilada en donde personajes parecen reprimir una expresión melancólica. Como el líder de la banda en la introducción, por fuera es jolgorio, por dentro es otra historia.

martes, 5 de junio de 2018

8 Lima Independiente: Black Level

Lo silente sugiriendo el caos. La película de Valentyn Vasyanovych sigue la historia de un fotógrafo de bodas. Su rutina de sesiones, el cuidado de su anciano padre y su relación de pareja son una balanza en su rutina. Para cuando una comience a flaquear, el resto se irá derrumbando, aunque sin dramatismo. La cámara en Black Level (2017) toma distancia como si se estuviese retratando algún documental. Todo luce pasivo, incluso los acontecimientos más fatales. La película se construye en base a planos fijos. No existen diálogos. Son las propias acciones de su protagonista principal las que nos dan noción de su estado emocional que va languideciendo. Lo cierto es que la crisis llega a propósito de un aglutinamiento de hechos que se expresan en una circunstancia específica. Black Level termina dándonos pauta de que aconteció una derrota, pero, en consecuencia, se generó un renacimiento. Valentyn Vasyanovych hace un ejercicio motivacional sin recurrir a la expresividad a gran escala.

8 Lima Independiente: Winter Sun y Self-portrait; Sphinx in 47 KM

Más de lo mismo. Dos películas en donde las rutinas de sus protagonistas dialogan con respectivos territorios. En Winter Sun (2017), dos ancianos desencajan en la ciudad de Sarajevo. La directora Pilar Palomero registra a una pareja de ancianos mientras aguardan a la intervención médica de uno de ellos. Los registra antes de acostarse, durante el almuerzo, en un paseo matutino. Es el observador que no se entromete y va preparando el terreno para el contraste final; el triunfo de la correspondencia territorial, a pesar de lo dramático que haya resultado el viaje.
En Self-portrait; Sphinx in 47 KM (2018), en una comunidad china, el comunismo no ha sembrado más que un estado carente reflejado a través de la ausencia de un hijo –al que se extiende la clásica dicotomía de ciudad campo – y de agua. En paralelo, la directora Zhang Mengqi intercala el brote esperanzador; una niña educándose, siendo una de sus materias el inglés. Un filme de postura política que cuestiona las tradicionales, incluyendo la ruralidad, a la cual parece asociarla a lo caduco. Basta ver la escena en donde un joven le repite a un anciano el oficio al que se dedicará.

lunes, 4 de junio de 2018

8 Lima Independiente: La película infinita

Leandro Lisorti desarrolla un filme aferrado a su labor de investigador de cine. Una serie de metrajes encontrados de películas argentinas que nunca tuvieron estreno están congregados aquí. Son los filmes que se han quedado en algún desván para no ser vistos por razones diversas. Al parecer todas estas fueron creadas bajo un soporte de rollo de nitrato. Es decir, el tiempo de aislamiento de este colectivo es considerable. No solo hablamos de un producto hecho bajo un material relegado, sino también de productos fílmicos que aluden a una industria añeja. Ahora, existe algo curioso, y hasta decepcionante en esta tarea; Lisorti, dentro de ese armado y combinación de fotogramas que pertenecen a películas de temporadas distintas, no fantasea o fabrica una estructuración que componga una “nueva” ficción. El ejercicio del reciclaje tiene una apariencia literal.
A diferencia de una película como Histórias de nosso cinema (não) contaba (2017), otro found footage que también la hace de álbum de fotogramas olvidados, La película infinita (2018) se inclina a lo expositivo para sugerir un ejercicio ensayístico. Tal como lo señala Ricardo Bedoya, existen varios de esos retazos que componen una marca fúnebre, a propósito de los vestigios desenterrados que, agregaría, lucen obsoletos dentro de la coyuntura de producción. El filme opta además por enmudecer ciertas secuencias, en un caso aísla voces y le da protagonismo solo a una, que es la que se cita más. Tampoco hay una necesidad por acudir a la restauración. Leandro Lisorti parece dejar en evidencia cómo el peso del tiempo mortifica al registro original, uno tan sensible como el nitrato. En ese sentido, no solo hablamos de una creación rezagada, sino también de su propio soporte. Claro que esas marcas, esos defectos del sello temporal, son también vigor de estima y añoranza.

8 Lima Independiente: Azougue Nazaré

Cómica y simpática historia de tradiciones en confrontación. La ciudad de Nazaré parece estar dividida entre los que siguen o practican el  macaratu y los evangélicos. La ópera prima de Tiago Melo tiene como protagonistas a un grupo de jóvenes que disfrutan del folclórico baile que ha sido calificado como práctica hereje por el pastor de la comunidad, personaje pintoresco que es obvio reproche a la tradición puritana y engañosa. Un giro hilarante provocará cierta lectura bíblica de ese protagonista. Lo cierto es que, por muy entretenidos que resulten esos azares de las tradiciones, Azougue Nazaré (2018) es estimulante por un incidente que trasgrede este retrato costumbrista. Melo introduce a unos “visitantes” a vísperas de celebrarse los carnavales que serán encabezados por el maracatu. Es la cuota desconcertante, aunque atractiva de la película.
Azougue Nazaré es una sucesión de rutinas, la de los cantantes, músicos y performers del maracatu, en colectivo y también de forma independiente. Vemos sus momentos de disfrute, son los ensayos de eso que los apasiona; pero también sus momentos monótonos, sus vidas dentro de sus casas, conflictos matrimoniales o de familia. Melo no solo crea una frontera entre el maracatu y la religión, sino que crea otra frontera más entre el cotidiano público y el íntimo de sus personajes. A esta antítesis, se suma la separación entre el panorama tradicional con lo surreal, o hasta de ciencia ficción. Seres fantásticos merodean por los alrededores. Curiosamente, estos parecen tener un vínculo con la propia tradicionalidad del contexto.
Tal vez no estemos tratando con extraterrestres, sino con seres mágico religiosos; es decir, presencias que han sido creadas por las propias prácticas o rituales de los pobladores y que se manifiestan exclusivamente dentro de la localidad en cuestión. Desde otra perspectiva, la película de Tiago Melo da también pista de que pueda tratarse simplemente de una alucinación mental, aunque igual no pierde similar lectura sobre cómo lo irreal llega a ser una extensión de lo real. Azougue Nazaré es una combinación de contrastes en donde lo tradicional se ve confrontado por un hecho contrario a su jurisprudencia. Este filme brasilero es una prueba de cómo se ejerce un cine moderno –a partir de la alianza de géneros, por ejemplo– sin la necesidad de crear un discurso ostentoso, sino totalmente ligero y hasta universal.