El problema recurrente en la última película de Celine Song es su lucha constante por identificarse como una comedia romántica destinado para un público estadounidense. Por ejemplo, tiene la banda sonora esencial para ese subgénero, pero no sabe distribuirla. Son varios los momentos en que el fondo es puro silencio y solo escuchamos la interesante argumentación de un modelo de vida personal y de negocio. En ese sentido, el discurso siempre quiere estar en primer plano y en su tránsito se olvida de expresarlo bajo el idioma de una comedia romántica. Acá las bromas se escatiman, mientras que el muy sustancial enredo de situaciones —ese instante entre incómodo e hilarante que diestramente lo plantearon los clásicos de la screwball comedy— se ausenta y en su lugar resultan secuencia torpes e incómodas para el espectador. Ahí está el tan poco inspirado primer encuentro entre los tres protagonistas. Es como un incidente que a cualquiera podría pasarle; sin el brillo de Hollywood. No me creo la idea de que el personaje de Pedro Pascal sea un “unicornio” siendo tan divertido como una planta. Chris Evans y Pascal son buenos actores, pero son tan aburridos. Ambos coinciden en la barra de un bar y se pierde el instante oportuno para desarrollar sus roles y de paso generar un nuevo enredo situacional. Es más, ni cruzan palabras. Simplemente pierden su sentido de ser ante la ausencia del personaje femenino.
Planteada la premisa, se presentan los pretendientes. Si bien esta Emma moderna que busca emparejar a todos tampoco no está interesada en emparejarse, John (Chris Evans), su exposo, y Harry (Pedro Pascal), un adinerado soltero, la persuaden a reconsiderar cancelar su suscripción con la soltería. Películas como Experta en bodas (2001) y La cruda verdad (2009) ya nos han contado estas historias de mujeres haciendo felices a todos menos a ellas mismas. Ahora, primer punto interesante, los aspirantes son polos apuestos. John es conformista, Harry tiene la mentalidad de tiburón. El primero se ha dado por vencido, el segundo es elegantemente persuasivo. Uno es pobre, el otro es rico. Es decir, no solo es el dinero, es también toda una construcción o boicot de seguridad emocional, social o personal. Tenemos entonces a Lucy, quien, a propósito del fracaso de su anterior matrimonio, cree estar convencida de que sus demandas materiales están por encima de sus demandas emocionales. Por eso comienza a interesarse en Harry. Importante subrayar el “cree estar convencida”. John ya parecía superado, pero su casual reaparición justo cuando conoce a Harry, inconscientemente, se convierte en el freno para que ella alcance a lo que aspira cualquiera de sus clientes. Ahora, capaz John no sea ese freno, sino ella misma al ser cínicamente consciente de que eso que vende a todos sus clientes —el match perfecto— es una falsa promesa.
Celine Song al igual que las anteriores películas representa a una protagonista limitada por sus parámetros materialistas y que además reprime su lado romántico para después exponerla a un dilema sentimental y moral. Ahora, uno dirá, la aparición de John, el otro pretendiente, es quien enciende el dilema. Para nada. Acá el punto de inflexión es generado por un hecho ajeno a las ejecuciones o no ejecuciones de los pretendientes. Una cliente de Lucy ha declarado como inviable el sistema de negocio de la casamentera. Ahora sí no hay forma de tapar o corregir sus falencias o puntos ciegos. La protagonista entra en una crisis, pues si ese sistema de buscador de parejas es errado, entonces su criterio para seleccionar su propia pareja también lo es. Así que no es John quien mueve los cimientos. No olvidemos que el tipo es un conformista y derrotista. Es la misma conciencia de Lucy la que siembra el dilema y deja ingresar al amor entre los palos. A partir de aquí, sigue las convenciones de una comedia romántica, argumentalmente hablando, pero siempre exponiendo la duda o la inseguridad. Se aplica un freno al romanticismo. Una generación que scrollea cuando no le gusta algo, le es difícil tirarse a la piscina no sabiendo nadar y no teniendo flotador. Por último, Amores materialistas me deja una gran duda. El remordimiento de conciencia de Lucy fue efecto de su conciencia social o de género, o por una cuestión personal. Así como los personajes de Tienes un e-mail, ellos ven sus negocios como algo personal. Si este fracasa, ellos fracasan. Por tanto, discriminar su valor o funcionamiento de negocio se convierte en algo personal.
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