jueves, 31 de diciembre de 2020

Mis favoritas del 2020

No dejo de reconocer más que paradojas. Tenía toda la intención de iniciar este texto asociando al cine como el medio de refugio que nos puso a salvo de la realidad que nos obligó a confinarnos en este 2020, pero mucho de ese cine no hacía más que recordar y hasta agravar nuestro pánico hacia la enfermedad y la muerte. No lo digo tanto por mí, sino por las películas que fueron tendencia en Netflix o los testimonios de colegas seleccionando con cuidado lo que verían a diario. Todavía recuerdo las palabras que escribió Ricardo Bedoya para cuando la situación estuvo en un punto álgido. Más parecía un testimonio doliente que un crítico recomendando películas. Y es comprensible, tal vez tanto como esa reacción extraña y recurrente de que estoy viendo, por ejemplo, una comedia romántica de los años cuarenta y por unos segundos cuestiono a los personajes. “Por qué no llevan mascarillas” o “no están tomando su distancia”, y luego recuerdo que ahí –en la ficción– la pandemia no existe. No es broma o invento. ¿A alguien más le pasa? Mi mente boicotea mi experiencia fílmica, como cuando un director decide difuminar las fronteras de la realidad y la ficción a partir de un ejercicio metaficcional; así, solo que esta vez es mi inconsciente el que pone las trampas y me expulsa de la ficción. Claro que mi fervor a la ficción –o posiblemente es cobardía– me hace regresar pronto a la ficción y olvidar mi desliz para seguir aferrándome a la farsa; pero me ha pasado muchas veces.

Sinceramente, no quería hacer esta introducción. Este “tipo” de introducción. Se supone que soy un apasionado de la ficción, sin embargo, no hago más que contradecirme al invocar lo que acontece en nuestra realidad. Supongo que es un efecto de depuración lo que busco. Esta vez la mano teclea para expurgar los miedos. Uno escribe por felicidad o por miedo. No hay más. Y cuando estás contento por algo o temeroso por algo, lo primero que uno desea hacer en la realidad es contárselo a alguien. Ahí me tienen. En esta ocasión, soy el cura de Bresson. Confieso lo que mi oficio no debe hacer. Confieso que eso que ha alimentado –y sigue alimentando– mi espíritu a diario, el cine, en ciertos momentos me ha perturbado. He sido víctima de la duda. He dudado ante la ficción. Pero estoy lejos de ser un apostata. Eso sí. Este año he sido exigente con mi cinefilia por puro deseo. He vuelto a ser organizado y metódico como lo fui años atrás. La cuarentena fue etapa de disciplina: el ver películas siguiendo un programa. Pude por fin saldar varias cuentas gracias a los ciclos que armé. Géneros, directores, tópicos, épocas y naciones que contenían filmografías que no revisé con detenimiento, formaron parte de esa programación.

En mis ciclos a directores pude contemplar la idea de nación que John Ford decidió fundar en su primer cine, me enteré de ese OVNI en la filmografía de Roger Corman llamado El intruso (1962), las representaciones de los complejos sexuales de la comunidad femenina y la hombría castrada en el cine surcoreano clásico –La criada (1960) es apenas un ejemplo– vistos en el ciclo “Antes del K-pop”, las argentinas De hombre a hombre (1949), El protegido (1956), La casa del ángel (1957) en mi ciclo de “Cine Parrillero”, las formidables Los peces rojos (1955) y Los culpables (1962) en mi ciclo de “Cine Español”, y el ciclo la “Época de Oro del Cine Mexicano” me ha traído tantas hermosas películas (mi lista lo prueba). Los viernes por la tarde he visto rarezas como The Savage Eye (1960), House on Bare Mountain (1962), Jigoku (1960), Emeral Cities (1983), Fleshpot on 42nd Street (1973) en mi ciclo “Cine de Culto”, mientras que los fines de semana en las noches me acompañaron en mi ciclo “Cine para meter terror” Return to Horror High (1987), El espanto surge de la tumba (1972), Creepozoids (1987), Don’t torture a Duckling (1972) y tantas más. Mi ciclo “Oie khe riki” me hizo abandonar el terreno del erotismo y trasladarme a los mencionados clásicos del cine porno. Gran sorpresa me llevé al ver Alice in Wonderland: An X Rated Musical (1976). Recuerdo con aprecio además Café flesh (1982) y Barbara the Barbarian (1987). Y esto es apenas una idea de lo que pude ver.

Pero no todo puede trascender en mi frágil memoria. Así que ahí va mi selección de películas que más me gustaron este año. Como siempre, las divido en recientes y antiguas. Ahora, para novedad, estoy haciendo una separación a miniseries. Me resisto a ver series. Percibo que estas están muy dominadas por el mercado. Hay muchas reglas que restringen su libertad para desarrollar una historia que es estirada sin más ánimo que el de “hacerla larga” y rentable. Muy a pesar, existe una condición que me pueda persuadir a ver una serie. Que la misma esté dirigida por un autor que aprecio por lo que haya realizado. Esa fue la única razón del porqué un día decidí ver The Walking Dead. El hecho es que lo dejé al cuarto episodio. Este año he comenzado a ver Twin Peaks, y tengo además otras series que me interesa verlas próximamente, en su mayoría antiguas y cortas. Sin más, mi lista de favoritas sin orden de preferencia adjuntando comentarios a aquellas que no haya redactado críticas en el presente blog.


Peliculas recientes

The Visit (Jia Zhangke, 2020).- tal es la riqueza de este cortometraje que incluso para el mes de noviembre desarrollé una clase modelo entorno a esta. Es una película que no solo alude a un tema que estimula a reflexionar referente a la coyuntura pandémica y el sentido del cine apreciado como fuente que preserva a la memoria, sino que se presta además para desmontar conceptos básicos del lenguaje del cine. Me cautiva cómo la simpleza de una situación logra evocar a una visión compleja definida desde una contemplación sugerente. Jia Zhangke congrega esos sentimientos que afloraron en parte de la humanidad durante la etapa del confinamiento. Observamos miedos y nostalgias reviviendo en una circunstancia envuelta por la incertidumbre, la revaloración de lo simple, eso que en algún momento de nuestra existencia se convirtió en imperceptible, pero que en el punto más álgido de esta nueva realidad –contemplada por el director como una ficción entre absurda y cómica– revivió. Tal como se manifiesta en el final de este corto, paradójicamente, la pandemia nos ha retraído a nuestra realidad a través del cine.

Nasir (Arun Karthick, 2020)
Manco Cápac (Henry Vallejo, 2020)
Mamá, mamá, mamá (Sol Berruezo, 2020)
Il n’y aura plusde nuit (Eleonore Weber, 2020)
Fauna (Nicolás Pereda, 2020)
Red Post onEscher Street (Sion Sono, 2020)
I’m thinking ofEndings Things (Charlie Kaufman, 2020)
Die letzte stadt (Heinz Emigholz, 2020)
The Woman Who Run (Hong Sang-soo, 2020)
Undine (Christian Petzold, 2020)

Miniseries recientes

Small Axe: Lovers Rock (Steve McQueen, 2020).- A vista general, lo más estimulante de Small Axe, serie conformada por cinco películas que giran en torno a la lucha contra el racismo en la Gran Bretaña de los 70 desde una comunidad de migrantes afrocaribeños, es la riqueza del contenido cultural y lingüístico que emergen sus protagonistas, el cual no solo describe las tradiciones de una colectividad, sino también el acto de resistencia de una identidad atropellada por una coalición racista y xenófoba. Al respecto, así como sucede en 12 años de esclavitud (2013), Steve McQueen adjunta al plano histórico o anecdótico de una ofensa contra la libertad humana un valor generacional que despliega una sociedad oprimida, por ejemplo, a partir de los cánticos populares o las jergas originarias de Jamaica. En consecuencia, ello hace de Lovers Rock por lejos el mejor episodio de la miniserie. Es la única historia en donde el conflicto racial no es el centro y en su lugar es el retrato apasionado hacia el género del reggae que además está experimentando una etapa de renovación. Es decir, el discurso político es reemplazado por la performance cultural, siendo la música y la danza un canal que empodera las raíces afrocaribeñas, desplazando el ambiente trágico por uno jubiloso y cartártico. Por último, Steve McQueen registra la algarabía demencial de la juventud con una sensualidad estética extasiante.

Quiz (Stephen Frears, 2020).- El director británico tiene un toque ameno para ajusticiar dramas reales o ficticios reconocidos como carnada del amarillismo. Pienso en películas como Hero (1992) o Philomena (2013), historias polémicas que no son más que meras excusas que nos introducen a un mundo en donde ciertos poderes se apropian de los conflictos ajenos para convertirlos en un reality show. Para ello, Frears (re)define la versión de esos hechos en cuestión al humanizar a los protagonistas del ahogo y contrastarlo con esas acciones y reacciones que surgen entorno y remontan un escándalo a nivel público. Al final, los únicos pervertidos son los que orquestan y aplauden el espectáculo. Es mediante esa misma línea que se define Quiz, una miniserie inspirada en el juicio a tres personas que habrían hecho trampa en uno de los programas televisivos con mayor rating en la historia de la nación británica, y cómo se fue gestando un desborde mediático y popular mientras la realidad de los acusados se va degradando. Y, a propósito, es que surge lo más atractivo de esta producción. Stephen Frears nos invita a cuestionar la realidad desde los dominios del tecnicismo mediático. Vemos el poder de la edición, cómo la selección audiovisual amolda o reordena el orden de la memoria, la que se torna imparcial, selectiva a conveniencia, una versión más de los acontecimientos oficiales.

Películas antiguas

The Undead (Roger Corman, 1957).- El maestro del serie B en su máxima expresión. Una historia que surte géneros y tópicos recurrentes en su filmografía. Viajes al tiempo, Satán y una danza macabra memorable.

Dans ma peau (Marina De Van, 2002).- Un gore sin trampas. La directora francesa tiene clase para retorcer las tripas del espectador al cancelar cualquier gesto de sufrimiento de ese personaje que se autolacera.
One Way Passage (Tay Garnett, 1932).- A raíz de esta película, le he tomado un gran cariño a William Powell. En mal momento este conoció el amor. El camino a la horca nunca antes había resultado tan placentero.
L’ oeil du Malin (Claude Chabrol, 1962).- El escritor mediocre que decidió convertirse en perverso para sentirse menos despreciado. Una película sobre un intruso atentando contra la utopía matrimonial.
Aventurera (Alberto Gout, 1950).- No tiene nada que envidiarle a los melodramas de la época producidos en Hollywood. La historia de una desafortunada, su posterior revancha y su redención. La última toma es oro puro.
La dama de la muerte (Carlos Hugo Christensen, 1952).- La atmósfera y los tópicos románticos emergen de esta versión libre de un cuento de Robert Louis Stevenson. El policial, el melodrama y la muerte se encuentran.
¡Vámonos con Pancho Villa! (Fernando de Fuentes, 1936).- Del chauvinismo al desencanto revolucionario, sobre la fundación del mito Villa y el “macho” mexicano y sus posteriores degradaciones. Ojo al final alternativo.
Messiah of Evil (Gloria Katz y Willard Huyck, 1973).- Zombis, sectas y un pueblo maldito en los tiempos del ácido. Una retrospectiva inquietante narrada por una demente. Es el confinamiento a un ambiente de pesadilla.
Terror in a Texas Town (Joseph H. Lewis, 1958).- Dos hombres sin miedo se enfrentan. El héroe sin pistola y el enemigo lisiado. Una pugna épica que para uno será su desquite y para el otro su inevitable destino.
Pilgrimage (John Ford, 1933).- La figura de una madre resentida es el personaje más obstinado que haya fabricado el primer Ford. Comedia, tragedia y mucho patriotismo en una lección moral, pero sobretodo cívica.
El compadre Mendoza (Juan Bustillo Oro y Fernando de Fuentes, 1934).- La historia de una amistad férrea infringida por la Revolución. Es atractivo como pasa de la comedia, a un triángulo amoroso y luego a la traición. Devastador final.
The Shower (Ko Young-nam, 1979).- Tierna y cálida película sobre el primer amor, pero también del despertar del deseo. Hay una escena erótica formidable. Es además un paseo en un terreno naturalista y vaticinador.
Gueule D’Amour (Jean Grémillon, 1937).- Jean Gabin es el mito donjuanesco cayendo en desgracia ante una decepción romántica. Una segunda parte arrolladora o retorno de un derrotado que aún no toca fondo.
A Taste of Honey (Tony Richardson, 1961).- Es el neorrealismo revivido, aunque trasgrediendo el manifiesto. Aquí no hay ánimo por revertir al entorno trágico. Es el puro vivir el presente. Cómico, humano, pero realista.
The Reflecting Skin (Philip Ridley, 1990).- El fin del idilio rural. Parece inspirada en los orígenes de los cuentos infantiles más escatológicos. La historia de un niño aprendiendo sobre la muerte prematura.
Robin Redbreast (James MacTaggart, 1970).- Exquisito telefilm que formó parte de “Play for Today” de la BBC. David Lynch me llevó hacia este. Es un filme lleno de misterios, perturbador, excéntrico, oscuro. De culto.
Mimí, metalúrgico herido en su honor (Lina Wertmuller, 1972).- La corrupción y el machismo, dos tradiciones patentes en este relato protagonizado por un hombre que encarna a la hipocresía en un terreno laboral y marital.
Orlando (Sally Potter, 1992).- La prueba de las trabas que la Historia le puso al género. Un individuo trasciende en distintas épocas y con ello madura su conciencia de identidad.
Tres álamos en la calle Plyushchikha (Tatyana Lioznova, 1967).- Una apasionante historia de amor. Soy débil ante este tipo de encuentros furtivos que calan el alma y de paso alteran la rutina de los “amantes”.
Mil gritos tiene la noche (Juan Piquer Simón, 1965).- Fascinante giallo español. Complejo de castración, misoginia, gore y momentos hilarantes envueltos en un thriller para barajar posibles asesinos. Un final digno de un cómico perverso mental.
 

Miniseries antiguas

Decálogo: “No matarás” y “No cometerás adulterio” (Krzysztof Kieslowski, 1990).- No en vano se hicieron versiones en largometraje de estas que por cierto tengo pendientes a ver. La primera es una lección de compasión, la segunda una lección sentimental. No hay razón para no quedar conmovido.


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