En la leyenda germánica, la ninfa Ondine maldice a su amante luego de que este rompiera su juramento de amor y fidelidad. A partir de esta base, Christian Petzold emprende su nueva película. El inicio de su historia es una mujer recriminando a su amante y luego amenazándolo producto de la traición. Ni ella es una ninfa ni el otro es un noble caballero. Y a pesar que estamos en un tiempo presente, este argumento no deja de generar referencias a la mitología. La presencia del agua es un recurrente, así como varios hechos u elementos –sean enormes peces aludiendo a criaturas marinas, un pequeño amuleto o la mancha en una pared–, los cuales son poseedores de una fuerza simbólica y hasta en casos son vaticinadores. Pero lo apasionante de esta película es que el conocer sobre la mitología no es lo que garantiza la experiencia o entendimiento del filme, sino la propia naturaleza de la misma. Un velo mágico envuelve delicadamente a los acontecimientos que iremos viendo sin que estos se trasladen “necesariamente” a un terreno de lo fantástico. Estamos hablando pues de una historia que es sutilmente enigmática.
jueves, 17 de diciembre de 2020
Estrenos pasados 2020: Undine
Ahora,
como sucede con la mayoría de argumentos enigmáticos, estos edifican un muro
impenetrable en su historia o despliegan una multitud de teorías de la misma. Undine (2020) no provoca ni uno ni otro.
Petzold no tiene interés en ser Shane Carruth o un Stanley Kubrick. La
extrañeza en su película es un contrapunto que nunca logra dominar al foco central.
El mismo día en que Ondina (Paula Beer) experimenta una decepción amorosa,
conoce a Christoph (Franz Rogowski) de una manera muy particular. Esta escena entre
cómica y mágica da por principio un melodrama que irá reconociendo situaciones
extrañas que ciertamente no exigen ser decodificados para sobrellevar la misma
historia. Sucede que la misma fluidez que asume la trama pareciera convencer al
espectador a que simplemente digiera esas circunstancias. Es la lógica de una
leyenda o mitología. Es atender a un relato en donde lo absurdo es posible y el
receptor simplemente debe estar abierto a que de pronto los personajes volaran
con sus propias orejas. Claro que ese nivel de extravagancia no acontece en el
filme de Petzold. Estamos tratando de rastros delicados que coquetean con el
plano fuera de lo lógico.
Dicho
esto, Undine se dispone a montar un
mito moderno. Ondine no será una ninfa, pero su oficio como historiadora urbana
me tienta a pensar que estamos tratando con un personaje que ha trascendido en
la historia. Es un sujeto que ha ido registrando la evolución de una ciudad a
partir de la arquitectura. Su presencia, por tanto, sería un vínculo entre el
pasado y el presente, siendo además una manifestación o símbolo histórico y no
tanto una presencia física. O sea, Ondine está asociada a la inmortalidad.
Pueda que sí sea una ninfa después de todo. De ahí la recurrencia del agua, esa
materia que la vincula a su lugar mítico originario. No es gratuito que Christoph
sea un buceador mecánico, que en el fondo del agua haya encontrado un rastro de
Ondine incluso antes de conocerla y que el agua se manifiesta en todos los momentos
esenciales de su relación con ella. Todo esto se expresa con total evidencia generando
simbologías que no nos restringen a fabricar lecturas. En su lugar, inquietan. Como
toda mitología, lo enigmático resulta ser un estimulante en la historia de Christian
Petzold.
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