martes, 31 de mayo de 2011

Los agentes del destino

David Norris (Matt Damon) es “el hombre que sabía demasiado”, sólo que a diferencia del personaje –dos veces adaptado –de Alfred Hitchcock este hombre no es un sujeto cualquiera. Norris es un aspirante a senador con un futuro próspero en la política, garantía que no se sospecha, sino que se asegura debido a que el destino así lo dice y, por lo tanto, así debe suceder. Los agentes del destino (2011), dirigido por George Nolfi es, al igual que Matrix (1999) o El origen (2010), un filme que muestra un lado desconocido de la realidad, evidencia que sólo las personas indicadas deben de conocer o dominar. La infiltración de un sujeto ajeno a ese conocimiento podría provocar la alteración del orden de “lo real”, y Norris se ha enterado de aquello...

Artículo completo en el siguiente link:

viernes, 20 de mayo de 2011

Y si te vi, no me acuerdo

Miguel Barreda en el año 2000 finalizó la grabación de su ópera prima titulada Y si te vi, no me acuerdo, filme que recién se ha logrado estrenar tras pasar una década. La historia gira en torno a tres personajes unidos por el destino, aunque actuando ante distintos propósitos. El contexto es el recorrido de Lima hacia Arequipa a finales de los noventa. El aire de una sociedad disconforme es un cotidiano que se respira en la ruta de estos viajeros. Eran tiempos en que la sociedad comenzaba por asimilar cínicamente una realidad que padecía lo insano hasta lo incurable. La dictadura seguía su marcha, así como la de estos personajes; rumbo a lo impredecible.
“Lagartija” (Miguel Iza) ha retornado de Alemania al Perú después de algunos años, tiempo que le sirvió no para curar los males que un día decidió abandonar en su natal Arequipa, sino para dormitarlos, para ignorar aquel pasado que, según él mismo afirma, no tiene sentido volver a remembrar. Su padre ha muerto y su presencia más que una aflicción representa tan sólo el compromiso de asistir al funeral y recibir su herencia, una que además no ambiciona, esto a sabiendas de su infructuosa relación con su padre en sus últimos años de vida. El retorno de “Lagartija” representa el desencuentro con una sociedad distinta, no por el sólo hecho de no reconocerla, sino porque él representa lo ajeno. “Lagartija” es la sumisión, una personalidad similar a los provincianos en cuentos de Enrique Congrains o Julio Ramón Ribeyro, pero a diferencia de estos, el personaje de Iza mantiene en pie un optimismo inquebrantable, además de una sentimentalidad que ni si quiera un país tan frío como Alemania pudo extinguirla.
Eva (Marisol Palacios) es una joven con deseos de mudarse a Argentina. Lima para ella es una ciudad estéril y de escasas oportunidades. La ausencia de sus verdaderos padres y la convivencia con sus controladores padrinos –quienes la adoptaron desde su orfandad –la han convertido en una mujer dura, desconfiada, suspicaz, ajena a sentimentalismos, siempre con una actitud a la ofensiva. Eva es de un espíritu egoísta, de malas costumbres y deseos oportunistas. Su motivación, más que una mudanza, es un escape a una realidad que le es insoportable, que le es mediocre y que ella alimenta a diario con un puesto de cajera y su vida compartida con sus ancianos padrinos. Jo (Matthias Dittmer) es un arqueólogo de origen alemán. Él es un estudioso de la historia del Perú, especialmente aquella que está relacionada con el misticismo, la religiosidad y la concepción de los antepasados peruanos. Sus estudios, sin embargo, no son motivo de usura o negociación. Jo no está interesado en ser parte de una guía turística a extranjeros o convertirse en un ladrón de restos arqueológicos. Su obsesión es la de conocer, y esto a partir de un compromiso frente a la sociedad peruana, una que desconoce de su pasado y se resiste a comprender.
Los personajes de Y si te vi, no me acuerdo si bien tienen a la peruanidad como una identidad que los relaciona, cada uno enfrenta una temporalidad distinta, un momento de su historia por el que ellos se inclinan a subsistir. “Lagartija” a pesar de negar su pasado convive con este. Para donde él se dirija se asomará un individuo, una situación, una ciudad, distintos recuerdos que después de todo sabe afrontar. Eva vive dentro del presente, tiempo que se encuentra en un estado de desamparo, huérfano – como ella –de una sanidad social que se ve maltratada por el atraso y la delincuencia. Eva piensa en el hoy, en marcharse, fugando al libre albedrío, a la suerte. Jo, si bien es historiador, el piensa en el futuro. La historia para el alemán es comprender el pasado para crear el futuro, mientras tanto el presente pasa a ser parte de este. Para Jo no existe un hoy, sino un tiempo que se está transformando a cada segundo convirtiéndose en parte del futuro.
Obviamente al estrenarse casi once años después Y si te vi, no me acuerdo resultaría ser un filme anacrónico, sin embargo, si hubiera sido estrenado incluso para el año 2000 –tiempo en que concluyó el rodaje –la ópera prima de Miguel Barreda sería un rezago del cine de los 90, aquel que arrastraba temáticas pesimistas, algunos con finales abiertos, un contexto degradado sobre la sociedad cínica, abstemia de mea culpa. La dinámica que sigue es la misma, por ejemplo, de Anda, corre y vuela (1995), salvo que Y si te vi… se trata de un road movie, gesto que después de todo no provoca desánimos ni despistes. El filme es entretenido, pero no consigue expectativas suficientes para reconocerla como una película lograda.

martes, 17 de mayo de 2011

Thor


Hace diez años llevar a la pantalla del cine una historia basada en los cómics, sea de la Marvel o la DC, significaba una sola cosa: franquicia. Producir una película de este género era la oportunidad de llenarse los bolsillos sin necesidad de crear “la historia”, una que por cierto ya estaba escrita, pero que sin embargo siempre se insistía en recrear, esto obviamente bajo un sello de Hollywood: una historia ligera, los mismos escenarios, los mismos personajes, distintas aventuras. El producto; una película insoportable no sólo para la crítica sino para el público entero, sin embargo, la gente no dejaba de ir. El tránsito de los finales de los 90 e inicios del nuevo siglo eran tiempos de perdón, cinéfilamente hablando. Pero luego de eso todo cambió y se espera que el estreno de Thor (2011) no mortifique esta buena racha.
Desde las nuevas secuelas de Spiderman, hasta las novelas gráficas como Sin city (2005) e inclusive Kick Ass (2010) han logrado funcionar, y no me refiero funcionar como franquicia –esto siempre sucederá, y si algún día dejara de ocurrir los días de Hollywood estarían contados –sino como un filme logrado argumentalmente, en su performance, en su totalidad. Tanto los cómics como las novelas gráficas nunca se habían acercado tanto a la esencia humana, una que funciona de aquí a la China: el héroe entonces comenzó a ser el héroe, con poderes y flaquezas, tan humano como los mismos que miramos sus películas, pero clásico en sus poderes. Eso lo convertía en un ser espectacular, aunque impredecible.
Thor, no sé por qué, pero tenía que llegar. Tal vez llegar el momento en que aparezca uno de los superhéroes Marvel menos conocidos –pero que no dejaba de ser atractivo por traer consigo una leyenda nórdica –o llegar el momento de que a los productores fílmicos se les acabaran los héroes convocando así a los suplentes: próximamente Capitán América, Linterna Verde, no me sorprendería si hacen un nuevo remake de La Mujer Maravilla –las malas lenguas dicen en el próximo 2015 –. Thor, dirigida por el inglés Kenneth Branagh decepciona por todos los costados, desde el martillo, o Mjolnir como quieran llamarlo, hasta las alitas de su sombrero, uno ridículo pero que no deja de tener su gracia, sombrero ridículo que por cierto sólo aparece unas escenas. El personaje de Thor (Chris Hemsworth), hijo de Odín (Anthony Hopkins), hermano de Loki (Tom Hiddleston), tiene una personalidad humanamente decepcionante.
Spiderman (2002) representa la duda, el de asumir el rol humano o de héroe, poderes que violentan su estilo de vida obligando a abandonar no sólo su vida como sujeto común, tranquila y ordenada, sino el amor por una mujer. Batman begins (2005) es el miedo, Bruce Wayne lucha incesante con sus traumas infantiles, tanto personales como familiares. Los personajes de Kick Ass, representan la generación geek, la enajenación, la marginalidad, pero que intentan aparentar para “ser”. Thor es un caso que necesita ser archivado. Es la historia de un futuro heredero al trono de Asgard, ambicioso e impulsivo, que ante su apresurada formalidad de tomar lo que cree merecer (“Macbeth”), revivirá una vieja afrenta de su pueblo con una raza de guerreros de hielo –que no tienen hembras –. Thor por eso será desterrado a manos de su padre, Odín, ello con intención de posiblemente enderezar a su hijo. Es así como Loki, sediento de celos (“Otelo”) hacia su hermano, aprovechará en traicionar a su padre (“Rey Lear”). Lo demás es “historia” que puede ser completada incluso a ojos cerrados.
Thor no es atractiva porque no existe el debate “humano”. Lo que sufre el hijo nórdico es una simple pataleta que se logra curar como quien se curan sus heridas. El defecto del heredero de Asgard parece no tener esa complejidad de los otros héroes, aquellos que sufrían de principio a fin, cargando sus temores o debilidades, aquellas que lograban apaciguar más nunca logran curar. A Thor le basta una estadía de algunos días en la tierra para poder saber que ha obrado mal. Increíble, pero cierto. Curar tus defectos de un día para otro, eso sí es “heroico”. Thor es predecible, su comportamiento se amolda fácilmente a los terrícolas. Conoce a un tipo y a las horas ya se encuentra en una taberna emborrachándose junto a él; no hay que ser héroe para hacer eso. Thor entiende del “amor al paso”, y como buen extranjero se obsesiona rápido por la primera “mujer ejemplar” que se le cruza, Jane (Natalie Portman). El amor entre estos dos sujetos es inverosímil pero se da. Una que otra coquetería y el enorme y corpulento Thor ya está hecho. Ella sí es una heroína.
Los personajes de Thor son débiles. La interpretación de Tom Hiddleston como Loki es la de un tipo que en su primer plano –aún así nunca hayas leído alguna historieta del cómic –ya se sabe quién es: “ese es el malo”, “ese es el traidor”. No existe buena película basada en un cómic sin un buen enemigo, tal vez ese fue un motivo fundamental del porqué el público no gustó de Hulk (2003), de Ang Lee, esto a falta de un buen enemigo. Natalie Portman hace su trabajo de niña bonita. No suficiente con calzar dentro del estereotipo de Thor, Chris Hemsworth es banalizado, explotado, su futuro será ser nominado para el próximo sex-simbol según la revista People. Anthony Hopkins se hace respetar como rey, mientras que los amigos de Thor son la imagen frustrada de “los caballeros de la mesa redonda”. Ni las buenas intenciones del director Kenneth Branagh en relacionar su pasión shakesperiana con el cómic de la Marvel salvan a esta película escasa de truenos, ¿qué acaso Thor no era relativo a truenos?

jueves, 5 de mayo de 2011

Dulce venganza - I spit on your grave (1978)


En 1978, Meir Zarchi estrenó su única película titulada I spit on your grave, filme que se consideraba contenía algunos brotes del género splatter –lo que años después se conocerá como cine gore –. Esta película tuvo su aparición en escasas salas de EEUU, esto debido a que la censura en el cine recién cedía a este tipo de filmes transgresores que contenían un alto grado de violencia, lenguajes o tramas ofensivos, en algunos casos imágenes de sexo explícito, detalles que obviamente violentaba contra el círculo conservador de dicha generación. I spit on your grave ha sido considerada como una de las películas más perturbadoras de la historia según algunas listas fabricadas, es por esto que el filme de Zarchi observó su fama gracias a la clandestinidad, especialmente en Europa y otros países donde la censura no era tan lapidaria o vigilante.
Dulce venganza (2010) –o en título original también llamada I spit on your grave –dirigida por Steven R. Monroe, sigue el mismo argumento de su original, sin embargo, con un tratamiento distinto, fiel a los tópicos del actual “cine de carnicería”. Jennifer Hills (Sarah Butler) es una joven citadina que decide pasar sus días en una cabaña oculta en medio de los bosques para escribir una novela en proyecto. La trama ocurre cuando un grupo de foráneos la ultrajan sin reparo, siendo víctima de distintas humillaciones. Hills logra desaparecer como por arte de magia para luego retornar y desatar una nueva secuela de Saw. El gore es intenso, toda una “dulce venganza”, muy a pesar la trama es predecible, sin contar además que las maniobras infrahumanas, para muchos fanáticos del cine de terror de hoy, resultan ser una vuelta de tuerca, un bostezo recriminatorio al observar los mismos castigos de siempre a manos de un distinto verdugo.
La original I spit on your grave (1978) tampoco resulta ser una buena película, sin embargo, existen recursos que son provocativos, distingos que para su tiempo nunca fueron descubiertos –o dichos –debido a que la crítica tuvo una postura radical ante la misma radicalidad del filme. Los comentarios giraban en torno a la moral, el morbo y la misoginia, opacándose cualquier oportunidad de que salga a flote algún punto de vista distinto. El filme de Meir Zarchi dentro de todo logra superar al remake, y no por ser uno el original y el otro la copia, sino porque ciertamente el primero es más “original” que el segundo.
Como primera diferencia, Dulce venganza –si bien contiene la misma trama argumental –tiene un tratamiento que se ve afectado por las reglas que el cine comercial le exige seguir. Esto quiere decir que las escenas de venganza de la joven Hills serán su único propósito, es ahí donde el gore fluirá. Gran parte del remake de Monroe está dedicado a las escenas de ultraviolencia y cirugías sin anestesia. I spit on your grave (1978), sin embargo, hace más extensa las escenas del ultraje a la joven Hills. Desde ahí se entiende el porqué la película de Meir Zarchi es considerada como una de las más perturbadoras de la historia. Si por un lado Dulce venganza se encarga de ser más exigente en la vendetta, el filme original se esfuerza por ser más específico en el castigo a la joven Hills, algo que, por ejemplo, en el remake no se aprecia más que en una escena –más adelante la joven sufrirá un desmayo y no más se sabe lo que ocurrió –.
Zarchi tiene una psicología misógina desde una perspectiva conservadora, pero esta fílmicamente termina por ser más efectiva. Dulce venganza comete el grave error de ir al grano, muy a diferencia de I spit on your grave (1978) que se toma todo su tiempo para que el espectador odie –porque logras odiarlos en verdad –a ese grupo de malhechores que golpean, violan, humillan y vuelven a violar, una y otra vez a la indefensa Hills. Ya para cuando llega el momento de la venganza, “el plato está suficientemente frío” como para que el espectador disfrute del castigo a manos de su heroína. Obviamente Dulce venganza es gore puro, mientras que en la original no hay más que una que otra cortada. Dulce venganza, sin embargo, no da motivos suficientes para que el espectador se sienta conmovido por la joven Hills, tal vez hay una pena o lástima de por medio, pero la Hills de I spit on your grave (1978) conmueve, ofrece un sentimiento de impotencia, de rabia, es por eso que su venganza es más dulce que la misma Dulce venganza.
El remake, por otro lado, no tiene un buen tratamiento de sus personajes. Estos son débiles, flojamente estereotipados e inexactos. En I spit on your grave (1978) son cuatro los forajidos: el “nerd”, el “gracioso”, el “violento” y el “líder”. En Dulce venganza son cinco los violentistas: el “retrasado”, el “torpe”, el “violento” y el “líder”, un quinto que es nulo, demás. El caso del “violento” termina por ser uno más, esto debido a que es el mismo “líder” quien asumirá su postura violenta. El caso del “retrasado” es el más decepcionante. En el original la figura del “nerd” era una mezcla de sumisión, torpeza, lástima y odio. El “retrasado”, sin embargo, causa repugnancia, como alimentando esa mitificación de que el enfermo o lisiado es símbolo de defectuoso, de lo grotesco o la maldad innata. Por último, la figura del policía es el mejor aporte del remake –en la original no existe tal –, muy a pesar ya muchos conocemos la historia del lobo vestido de oveja, y si hablamos de la figura paternal, en la original el personaje del “líder” también era padre de familia.
Contextualmente ambos filmes se ubican en medio de un bosque, la diferencia está que en Dulce venganza este bosque es de espanto, lúgubre, escabroso; una especie de zona pantanosa con hedor a muerte se refleja en ese entorno, como “dramatizando” el escenario. En I spit on your grave (1978) la situación es diferente. El bosque está lleno de verdor y júbilo. Ya luego de las escenas de ultraje, el ambiente se torna espeso, el aire es opaco, las neblinas bajan como premeditando se acerca la venganza. Es mediante este escenario que I spit on your grave (1978) desarrolla su argumento más provocador: el beatus ille. Según Horacio, esta frase latina se interpreta como “dichoso aquel que vive en el campo, alejado de las banalidades de la ciudad”. En el filme de Meir Zarchi el mito del beatus ille se rompe. La trama consiste en una escritora que se retira de su vida citadina para encontrar paz e inspiración –ella escribe una novela –en la vida de campo, pero en lugar de eso encuentra el terror provocando además el brote de su instinto asesino. El bosque nunca deja de ser bello, sin embargo la fealdad aflora de la misma mano humana, de los hombres de campo, los que se criaron lejos de “lo banal”, pero que bien pueden ser tan crueles como los mismos hombres de la ciudad. Horacio se equivocó.
Dulce venganza no sorprende al estar siempre bajo la vanguardia de los mismos tópicos del cine comercial. El cine del género de terror es siempre constante, los mismos argumentos, los mismos enganches, fracturas de huesos, cortes de yugulares, carnes al rojo vivo, un cine de reacción más no de motivación, algo que si logra I spit on your grave (1978) de una forma cruel y despiadada, creando así un puente entre los filmes que son recordados y los que son olvidados. El cine si bien es ficción, este tiene la capacidad de irrumpir nuestra realidad, de perturbarnos aún así sepamos a ciencia cierta que lo que acabamos de ver no es real, pero sin embargo lo tomamos por posibilidad. Aquel filme que motiva eso, ya ha cumplido con su propósito; nos ha emocionado.

domingo, 1 de mayo de 2011

Corazones ardientes (o The Burning Plain)


Guillermo Arriaga, guionista de Amores perros (2000), 21 gramos (2003) y Babel (2006), dirige su primer filme, Corazones ardientes (2008). Además de haber sido guionista del mexicano Alejandro González Iñárritu, Arriaga escribió el guión Los tres entierros de Melquíades Estrada (2005), dirigida por Tommy Lee Jones. A partir de esto, no sería extraño predecir que la ópera prima de este reconocido guionista estará compuesta por una historia fragmentada, de un orden cronológico alterado, una suerte de rompecabezas que integra o intercala la vida de personajes con un aire nostálgico que van rumbo a la incertidumbre.
En efecto, Guillermo Arriaga se decide una vez más por crear un guión que no sigue una ilación tradicional. Corazones ardientes por un lado nos describe la vida de Sylvia (Charlize Theron), una gerente de un restaurant que convive en su intimidad con una vida vacía. Sylvia lleva consigo una ruta de amantes inestables o pasajeros. En el sexo no existe pasión ni deseo, sólo la rutina con mirada pesimista, la misma que Sylvia pone cada vez que observa las olas del mar desde el borde de los acantilados. Otra historia es la de Gina (Kim Basinger) y Mariana (Jennifer Lawrence), madre e hija, ambas infieles a sus familias por abrir sus deseos a sus sendos amantes, aquellos que sin desear provocarán una ruta de tragedias y arrepentimientos.
Así como ocurre en 21 gramos, los personajes en Corazones ardientes también son seres marcados por su pasado. Son seres angustiados por el mañana, sea por mano ajena o propia. Sylvia mira con pesimismo su futuro, mientras que sobrevive atormentada por su pasado. Asimismo Mariana y Gina son seres estigmatizados, marcas en sus cuerpos las delatan. Tanto en Amores perros como en Babel sucede que algunos de sus personajes son seres escindidos a partir de un defecto físico, algún miembro o sentido inútil los tiene marcado de por vida, una señal que vaticinaba una ruta trágica y maldita. Otro rasgo contante en la línea argumental de Arriaga es sobre el conflicto fronterizo, también ambientado en Babel y en Los tres entierros de Melquíades Estrada. Este es un acercamiento o necesidad por graficar las relaciones entre dos naciones cercanas pero opuestas, EEUU y México, situación que en Corazones ardientes no posee una mirada crítica o punzante como se podría admirar en los dos filmes mencionados.
Guillermo Arriaga en esta ocasión no es efectivo como guionista. La sensualidad de narrar una historia fuera del orden convencional se encuentra a partir de la total o parcial ignorancia de los sucesos, la repentina manifestación de acciones que deja cabos sueltos, incertidumbres. El conocimiento de las identidades de los personajes debe ser mínimo o anónimo, en ocasiones hasta míticas. Es la audacia de mantener la atención del espectador para de pronto volcarlo a la perplejidad de los verdaderos hechos o los cabos ya resueltos, situaciones que recién por la mitad o al final del filme deberán exponerse. Nada de esto logra sensibilizarse en Corazones ardientes. No se necesita esperar hasta la mitad para saber la identidad y las razones de cada uno de los personajes. La interpretación de las tres actrices es valorada, esto, sin embargo, no es suficiente para el éxito de este drama que pudo haberse narrado tranquilamente bajo la escala tradicional.