domingo, 20 de enero de 2019

Glass

“Tú me complementas”; le dice el Joker a Batman en resumidas palabras en The Dark Knight (2008). Sucede que dentro de sus roles de sujetos sobrehumanos –dueños de alguna habilidad que los postra por encima del humano promedio–, solo uno de ellos ha sido capaz de concientizar el sentido de esta “sociedad”. Y ese es que: de ausentarse uno, el otro, los actos de este, y por tanto sus destrezas, perderían sentido. No hay villano sin héroe, y viceversa. Inspirado en la tragedia griega, eso es ley en el mundo del cómic; y el Joker lo sabe. Mientras él y Batman existan, el caos tendrá un equilibrio. Este caos, básicamente, es la batalla constante entre las fuerzas extraordinarias, siendo testigos y víctimas el sujeto promedio. Cual dioses, los sobrehumanos pondrán a prueba sus dotes y echarán a suerte el destino del individuo común; el gran perdedor. El caos será la pugna de sus ideologías –el bien o el mal– y sus egos –quién es el más fuerte–, o al menos así lo es desde la perspectiva del Joker y Elijah (Samuel L. Jackson).
A diferencia de otras trilogías sobre héroes y villanos, M. Night Shyamalan ha estructurado de tal forma el argumento total de su universo a manera que las precuelas reservan un conflicto que se verá ampliado en la última película: la obra maestra del villano. Glass (2018) es la extensión del plan maligno de Elijah en El protegido (2000). Esta última película además compromete lo acontecido en Fragmentado (2016). Por otro lado, El protegido no tiene final abierto. La historia parece haberse cerrado. Sin embargo, el final de Fragmentado revela un vínculo con El protegido. Luego de actuar como una historia independiente a todo lo que haya realizado Shyamalan, Fragmentado deja en evidencia que la historia de El protegido siempre estuvo suspendida. Glass complementa su significado en base a sus dos anteriores. Es preciso ver esas para entender el conflicto o la motivación de Elijah, el gran protagonista de esta tercera parte, el dios que movió los hilos y solo tuvo que esperar cerca de dos décadas para revelar su verdadero plan.
Esto no sucede con otras trilogías como las de Spiderman (Sam Raimi), los X-Men (Brian Singer y Brett Ratner) y  Batman (Christopher Nolan). La trilogía de Shyamalan, a diferencia de las mencionadas, piensa según la naturaleza del cómic, sus arquetipos y modos de conflicto. Claro que esta misma propuesta se puede percibir en la sola The Dark Knight, razón por la que la convierte en una de las películas de superhéroes mejor logradas en el cine. Lo cierto es que Nolan no provoca una dialéctica entre sus películas que componen su trilogía. Shyamalan en cambio crea una dependencia entre sus tres filmes –sin dejar de ser las dos primeras partes filmes que pueden verse independientemente–, y esa misma dependencia o dialéctica es la que genera un nuevo sentido que se expresa a totalidad en Glass. Elijah, un lector obsesionado con los cómics, convertido en uno de los villanos de sus lecturas, ha fabricado su tesis, la que no solo funciona como el manifiesto que le dará la razón públicamente, sino que además lo pone como un villano memorable, el único personaje de la historia que está seguro de su condición y de su teoría. Glass es la justificación del ego de este sobrehumano.

jueves, 10 de enero de 2019

La mula

El protagonista de La mula (2018) está delinquiendo, pero no deja de ser un individuo que evade la línea de la decencia. Se podría decir que Earl Stone no se encuentra en su lugar. El mundo del narcotráfico no es terreno para un octogenario que en su vida no ha faltado a una señal de luz roja, sin embargo, las circunstancias y su mismo pudor ante su fracaso personal lo han arrastrado a esa alternativa. Clint Eastwood dirige y protagoniza a un sujeto de moral ambigua, dueño de una personalidad añeja que podría ser caldo de prejuicios (tal vez un racista u homofóbico involuntario), pero que su comportamiento no abandona el perfil de un ciudadano ejemplar, hombre que proyecta valores que se anteponen a su idea y nacen de manera espontánea. Es el producto de una vida que siempre ha caminado por la vía correcta, públicamente hablando. Otra historia es su vida no pública, una opuesta y nada ejemplar, de la que se avergüenza y decide hacer una enmienda.
La mula, como casi todas las películas recientes de Eastwood, convierte a su protagonista en el centro de la historia. Son sus decisiones las que amasan el drama y el conflicto, en tanto es su personalidad la que va generando afección hacia el personaje. Más allá de su condición vulnerable, anciano y en bancarrota, la empatía llega de su carácter público, sujeto amable y de antecedentes intachables, la imagen que este personaje se creó en su deseo de ser el centro de atención. Earl es un modelo de la fantasía “americana”.  Eastwood, en tanto, decide poner al descubierto el lado íntimo de esa fantasía. Earl no ha sido el esposo y el padre modelo. Se podría decir que el sacrificio de lo íntimo en gran parte ha sido medular para su éxito público. Earl, así como la mayoría de las políticas estadounidenses, es pura portada. La diferencia es que el protagonista está dispuesto a hacer su acto de enmienda. Antes de convertirse también en un abuelo ausente, decide hacer algo al respecto. Es decir, su acto de redención, el conflicto de la trama, es también el fin de su derrotero como paradigma social.
Earl se convertirá en un enemigo público, pero lo curioso es que su imagen o fama pública, el que responde a la fantasía americana, se convierte en su escudo, una credencial que lo mantiene en resguardo. Dicho de otra manera, hay razones para no condenar a Earl. Su imagen pública no es un peligro para la sociedad, a diferencia de cualquier otro individuo que, por ejemplo, tenga rasgos latinos. La mula es una película que delata los prejuicios sociales dentro de una nación de doble moral, sospechando del otro y apostando por lo propio. Earl podrá estar haciendo un acto de resarcimiento, auxiliando a su familia o a veteranos de guerra, sin embargo, no deja de ser un narcotraficante. Claro que Eastwood no deja de acariciar el sentimentalismo como defensa que bien podría aligerar el acto delictivo. Son las escenas en que Earl no pierde la oportunidad en extender consejos que él mismo no sigue. Existe un ánimo optimista en donde el más “ilegal” podría reformarse si es guiado. La mula es lo menos trágico que ha realizado Clint Eastwood, por su misma historia (sobre un protagonista rehabilitado), su grado de humor y la ausencia de Tom Stern en la fotografía que elimina la dureza de los contrastes.