Sieranevada (2016) acoge mismas incidencias expresadas en el reciente
cine rumano y de paso se pone al corriente con la coyuntura global. El
resultado es un amplio panorama a una familia sobrellevando distintas dolencias
humanas y propias de su sociedad. Cristi Puiu nuevamente estira el metraje de
su trama a fin de entablar una cercanía entre el espectador y los personajes. Lo
que desea representar, en efecto, precisa un alargue de su cronómetro. Además,
está en planes del director que el público vaya concibiendo la razón de un
encuentro familiar y naturaleza de los conflictos entre sus protagonistas sin
necesidad de ser dadivoso con la información. Así como sucede en Aurora (2010), Puiu solicita paciencia obligando
al espectador emprenda su propia pesquisa. Aquí, sin embargo, los personajes
serán varios, así como los ejes de conversación. De pronto un solo techo hace
compendio de una dramática heterogénea.
Puiu no intenta crear su
propia versión de La cosa (1982) al
encerrar en un mismo lugar a un grupo de personajes que serán exterminados uno
por uno a manos de un solo huésped. Se podría decir más bien que este hogar
tiene más de un “huésped” y muchos de ellos quieren exterminar al otro o a sus
ideas. Sieranevada es en efecto un
registro de una masacre personal dentro de una familia. Ahora, esta reunión
familiar no va camino a convertirse en La
celebración (1998). En el filme de Puiu no existe la depuración a la vista
de la familia, sino más bien parientes reprimiendo o aceptando los excesos del
otro, al punto incluso de abrirle las puertas al indeseable de la familia sabiendo
a expensas que echará a perder el momento más elemental de la velada. En ese
sentido, los acontecimientos de esta reunión evocan a una dejadez (ante la
desgracia ajena de un sollozo ininterrumpido, por ejemplo), la tranquilidad disimulada
(subrayada por el frecuente cierre de puertas disfrazando la lucha) y un
apasionamiento por el conflicto. Como uno de los personajes parece aludir, es
una familia más italiana que rumana.
Es a propósito de esa continua
disputa y suspicacia mutua que Puiu le da sentido al insistente parlamento de
lecturas de la conspiración de uno de los más jóvenes de la familia. Es la
desconfianza que se desborda hasta las afueras de la casa y de la misma nación.
La globalización del YouTube de pronto solo cede más dramas. En Sieranevada se exponen otros tópicos ya
conocidos por el cine rumano. Uno de ellos es el de los precedentes históricos
provocando estragos en el presente. Así como se expresa en Policía, adjetivo (2009), las dolencias históricas están escritas e
intactas sobre un manual caduco que todavía se ejerce. El comunismo hasta la
más reciente dictadura son fantasmas con los que aún cohabitan ciertos espacios
de la nación rumana. La intimidad en crisis es otro tema puesto sobre el
tapete, insertos en películas como Martes
después de Navidad (2010) o Cuando
cae la noche en Bucarest (2013). En este asunto, la mediocridad y el
egoísmo son los paladines de dicho drama, y, en cierta forma, son también esos
defectos los que también mueven y alimentan los complejos políticos e
históricos. Su negación, en tanto, es la negación a una herencia paternal
defectuosa, y eso lo tiene claro por lo menos uno de los personajes de este
filme.
1 comentario:
No lo considero como tu, pero tu punto de vista es interesante
Publicar un comentario