viernes, 1 de junio de 2018

IX Al Este: No me toques

La presencia y conducta de Christian Bayerlein es lo más significativo y estimulante en esta docuficción. La personalidad y pensamiento de este personaje –o tal vez del propio actor– es medular dentro de este filme que resulta ser una terapia grupal representada en el cine, y que se toma recesos para registrar los avances anímicos de sus protagonistas, todos adultos frustrados respecto a llevar una vida sexual con naturalidad. Los tabúes del cuerpo y la belleza son las razones por la que estos mismos “defectuosos” se han privado del placer en su forma más ordinaria y han virado a prácticas atípicas para explorar o hallar la satisfacción sexual. De ahí por qué Christian, un hombre minusválido de amplia mentalidad y desarrollo en el tema de la sexualidad, es significativo por resultar su caso paradójico.
Los mejores momentos de No me toques (2018) son cuando Christian nos comparte su filosofía. Sin desearlo, se convertirá en el gurú del cast, incluyendo Adina Pintilie, la directora del filme. Los terapeutas o las direcciones del “autor” serán relegados por quien ha logrado encontrar un equilibrio mental, a pesar de su condición, que socialmente pueda ser calificado en la última escala de lo estético. Christian apela a las convenciones que se heredaron desde la Edad Media, de cómo lo bueno y lo malo es una división insuficiente al estar todo sometido a escalas de juicios. Lo resto del filme luce impostado. No me toques tiene la dinámica de un autoayuda bajo una propuesta que busca controversia. Los protagonistas, literalmente, gritan por ser salvados. Todo es terapia y se anula cualquier gesto de emprender una historia; no es más que la premisa esperando a su cura.

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