miércoles, 30 de agosto de 2023

Beau tiene miedo

A mi punto de vista, Ari Aster realiza otra película de terror, solo que en esta ocasión más compleja y atractiva que sus anteriores. Beau tiene miedo (2023) parece inspirarse de los cuentos clásicos para niños, los difundidos oralmente por el folclore europeo, aquellos que combinan inocencia con elementos grotescos que dan forma a un universo de pesadilla, aunque siempre emitiendo un mensaje que traduce la confusa y a veces oscura naturaleza humana. Beau (Joaquin Phoenix) es un cuarentón que padece de una paranoia crónica. A medida que vamos descubriendo su contexto nos sorprende cómo es que este ser humano sigue vivo en medio de una realidad en la que aparentemente predomina la anarquía; ¿o capaz solo sea en su alrededor? Sucede que gran parte de ese caos cotidiano es alentado por la frágil e insegura personalidad de su protagonista, alguien físicamente enfermizo y también mentalmente, lo que lo obliga a asistir regularmente a terapia. Esta es una película que bien podría describir a una generación en estado de crisis, síntoma de la pérdida colectiva de valores sociales y morales que rigen públicamente y son proliferados por los medios de comunicación. Es decir; una realidad que no da descanso a la ansiedad de esta clase de personas como Beau, quienes además han sido criados por padres o madres autoritarios o sobreprotectores que han terminado por destruir los últimos residuos de seguridad e independencia de su prole.

Es a propósito de este último punto que Beau tiene miedo expresa toda su complejidad. El conflicto de esta película radica de la relación entre la delicadeza de un hijo y el autoritarismo de una madre. Desde el principio de la historia, nos percatamos que Beau no tiene una relación normal con su madre. Lo dicen sus silencios o gestos de represión manifiestos cuando su terapeuta consulta al paciente cómo se siente ahora que está a punto de volver a ver a su madre. Beau tiene miedo a su madre. ¿Por qué? Vamos al argumento. El pacífico y abstraído Beau vive solo en el piso de un edificio ubicado en algún gueto, nido de violencia, obscenidad y pobreza. Está por cumplirse un año del fallecimiento de su padre, hombre a quien nunca conoció. Para ello deberá tomar un vuelo rumbo a la mansión de su madre, una rica y respetada empresaria dueña de un negocio de seguros de vida. Vamos captando la definición irónica del panorama. Entonces Beau se alista para tomar su vuelo, pero percances comienzan a suceder. Esta es la historia de una odisea, la agonía de un héroe que padece culpa de las circunstancias, pero sobre todo a causa de esa personalidad que entorpece su sentido común y su acto de tomar acción por sí mismo. Decía que esta película se inspira de los clásicos cuentos infantiles, muy a pesar, Caperucita o Hansel y Gretel tenían más iniciativa que Beau. Y es que a medida que le pasa algo a este hombre, él no deja de asistir a otros adultos para que lo ayuden a escapar de su desdicha. Obviamente, eso no es conveniente, no en un mundo egoísta y desequilibrado como el suyo.

Aster es muy creativo para crear los percances. El director es implacable con su personaje. Desea instruirlo con severidad. En cierta perspectiva, es una ruta llena de momentos cómicos e hilarantes por los que pasa Beau. Por otro lado, es un trayecto dramático y terrorífico por el que tiene que desplazarse o escapar Beau. Para un hombre de su condición, es, literalmente, como caminar sobre vidrios rotos. Estamos ante una persona que no ha construido una autoridad propia. Él es incapaz de sobrellevar su vida con normalidad. Como adulto, Beau no ha sido capaz de construir su propia identidad. ¿Pero cómo hacerlo si ni está seguro de sus propios antecedentes? Beau va camino a un nuevo aniversario de la muerte de su padre, sin embargo, poco o nada sabe sobre este. No solo no lo conoció, sino que además cree, piensa, está casi seguro, tiene la certeza de que su madre no le ha contado la historia oficial. La historia como materia humanística nos ha enseñado que ninguna nación se ha construido sin la concientización de su pasado. ¿Cómo madurar o formar una personalidad sino sabes sobre tu historia? En tanto, Beau tiene que conformarse con lo que sabe y vivir con miedo. Miedo a preguntar, miedo a saber, miedo a su madre. La vida de Beau se ha erguido sobre las bases de las interrogantes reprimidas por el miedo. He ahí su incapacidad por valerse por sí mismo sea en esa o cualquier realidad. Y es que no solo se trata del escenario, sino del universo mental de Beau. Este, a fin de cuentas, es el caos de su realidad, y no tanto su alrededor.

Pero vamos al gran catalizador de esa fragilidad mental o el abuso de miedo que padece Beau: la figura materna. Beau tiene miedo es una alegoría a un complejo de castración. Lo atractivo de la película de Aster es atenderlo desde una lectura del psicoanálisis. Beau es un castrado. Para Freud, la infancia transita por una etapa en donde los menores tienen miedo a la figura de la autoridad, esta representada por el padre. En tanto, desde sus conceptos inocentes y su curiosidad hacia el descubrimiento de la sexualidad, los menores asumen que quien tiene el falo tiene el poder o autoridad. El complejo de castración es la etapa en donde el infante teme ser eclipsado o acondicionado por la autoridad y esto se debe a que todavía no ha construido su autoestima. En otras palabras, abandonar ese complejo es un necesario y parte de la madurez del infante. En ese sentido, Beau no ha abandonado esa etapa. Él ha sido castrado por la figura autoritaria de su madre, alguien que le ha negado terminar de desarrollar su identidad dado que además de reprimirlo lo priva del historial de su padre, y ya habíamos dicho que si no hay pasado no hay identidad. En complemento, Ari Aster expone más de un argumento o símbolo que pone en evidencia la castración del cuarentón. Ahí está ese adorno fálico que acompaña a Beau, símbolo de la autoridad de la madre, ese amuleto que una mujer del bosque, extensión de su madre, acaricia, se adueña, pero siempre regresa a Beau, incluso se le rompe, pero se reconstruye, porque es su fantasía, es su parte que lo convierte en un sujeto escindido, condenado al juicio público y a la consumación.

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