miércoles, 12 de agosto de 2015

19 Festival de Lima: 600 millas y Las elegidas (Competencia Oficial Ficción)

Dos películas mexicanas que coinciden en materializar realidades sórdidas que obedecen a su coyuntura.

600 millas (2015), ópera prima de Gabriel Ripstein, realiza una crónica sobre un neófito traficante de armas. Su título alude a ese tramo que tendrá que realizar de México a EEUU. Arnulfo (Kristyan Ferrer) se inicia en el negocio, y esto motiva su excitación como “iniciado”, presumiendo y ocasionalmente luciendo las creces de su trabajo. ¿El culto al traficante?; puede ser. La trama tomará acción a la aparición de un segundo personaje. Hank (Tim Roth), un agente de EEUU, le ha venido siguiendo las huellas al muchacho. El resultado será un rehén contra voluntad. Un viaje de “600 millas” en donde habrá una especie de convivencia entre cazador y cazado. Uno narrando su drama personal (y, por qué no, el de parte de una nación), el otro fabricando una estrategia. Ya para el final, Gabriel Ripstein habrá citado diversos contratiempos y desencuentros que implican la degradación de los agentes del orden, tanto en México como al otro lado de la frontera.
En Las elegidas (2015), del director David Pablos, se representará un doble testimonio. El de una recién adolescente raptada por una mafia de trata de mujeres y el de un adolescente que está descubriendo este mundo como negocio. Para ambos casos, dos personas se verán obligadas a introducirse al mundo de la prostitución. Sofía (Nancy Talamantes) será una de las víctimas del business familiar de Ulises (Óscar Torres), su enamorado. Su relación no es más que una excusa para poner en plan el rapto de la joven. Ulises, sin embargo, ha comenzado a dudar. Pablos refleja con sordidez este universo inhumano, aunque sin caer en la obscenidad. Esto se manifiesta en el desencuadre durante ciertas escenas sexuales o que simplemente son cambiadas por primeros planos que no dejan de evocar la vergüenza o la injuria contra la persona. Las elegidas finaliza con mucho cinismo. Es como si la solución fuera más bien una ilusión. Un espejismo que reemplaza a lo más cercano de la realidad.

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