lunes, 10 de agosto de 2015

19 Festival de Lima: El incendio (Competencia Oficial Ficción)

Es de mañana. Una pareja se prepara para algo. Aparece el dinero en escena. Hablan de transportarlo hasta un punto, de que si se hizo una llamada a un tercer personaje, que es tarde y luego harán el amor. Eso, en código Hitchcock, podría tratarse de un futuro golpe o un robo. Hay un crimen del que los protagonistas no quieren puntualizar. Una elipsis los transporta atravesando unas puertas de hierro. Es como si hubieran estado dentro de una prisión. Una nueva elipsis los transporta a plena calle. Sus miradas miran con recelo al público andante. La sensibilidad de los jóvenes está en alerta. Entonces sucede lo impremeditado. Los nervios llegan a un clímax y el “golpe” no se llevará a cabo; no ese día. El incendio (2015), primer filme en solitario de Juan Schnitmann, inicia con esta farsa. La de una joven pareja haciéndonos creer que acaban de cometer un crimen. Ya luego nos vamos enterando de su rutina, una que está en frecuente estrés y tensión. Como si pensaran que en cualquier momento el enemigo los fuera a sorprender. Lo cierto es que en parte sucede eso. El enemigo nunca está lejos.
Schnitmann retrata la historia de la disfuncionalidad en una pareja. No es una relación en crisis, sino algo que se ha institucionalizado. Es decir, no es temporal, sino un conflicto que se ha convertido en cotidiano y ha tomado por asalto todos los circuitos por donde andan los implicados. Ellos parecen cargar ese ánimo hostil y violento, por ejemplo, a sus centros laborales. A donde se muden, el fantasma de la guerra se mudará con ellos. El incendio hace una remembranza a películas como ¿Quién teme a Virginia Woolf? (1966), de Mike Nichols, o Rostros (1968), de John Cassavetes, en donde se muestran a parejas que se han aclimatado a ese estilo de vida de autodestrucción. Ambos flagelándose, inventando peleas, recriminándose, echándose la culpa mutuamente. La relación de los personajes de Juan Schnitmann se basa en el enfrentamiento masoquista, el que provoca heridas tanto físicas como psíquicas. ¿Habrá algún goce en esto? Una escena sexual parece afirmarlo. Cada seña de alguna posible “pacificación” (que no es más que otra farsa), se diluye de inmediato. Entonces ellos habrán cumplido con su agenda del día. 

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